Después de haber hecho durante los últimos días un recorrido por las diversas recetas gastronómicas en la actualidad, he pensado que podría recordar varios aspectos de la gastronomía de nuestro pueblo durante el siglo pasado, y para ello he recurrido a lo publicado en las memorias “Chinchón en la posguerra” que fue premiado en el concurso de investigación del año 2016, y que ahora reproduzco en 4 capítulos.
También quiero recordar que en el libro “La cocina tradicional en Chinchón” se recogen las recetas que se hacían en aquellos tiempos en nuestro pueblo. El libro, escrito por Tanci de las Heras y Manuel Carrasco, se publicó en el año 2008, en una edición numerada de solo 250 ejemplares, y que está totalmente agotada, pero que todavía podéis consultarlo en la Biblioteca de Chinchón.
1 . LAS COMIDAS EN CASA Y EN EL CAMPO.
La gastronomía en Chinchón en tiempos de posguerra era más bien escasa y poco variada.
En casi todas las casas de Chinchón, se comía el cocido; ya se sabe, con sus tres vuelcos: la sopa, los garbanzos y la carne. Pero, lógicamente, había distintos cocidos en función de la economía familiar.
Aparte del cocido, la gastronomía estaba impuesta por los productos que se tenían en la propia casa.
En casi todas las casas había un cerdo que se cebaba con las sobras de las comidas y el pienso que se elaboraba con cebada. Los jamones, el tocino, los chicharrones, los embutidos, las morcillas, eran la base de la alimentación en aquellos tiempos.
Otra fuente importante eran las gallinas del corral que suministraban huevos diarios y carne para las grandes ocasiones y su manutención era barata.
En una casa media de agricultores, sólo había que comprar el pan, la leche y la poca carne que se echaba en el cocido. También se utilizaba la carne de carnero, la de vaca y la de cordero; menos la de ternera, que era de uso prohibitivo para las economías modestas.
Las frutas, las verduras, las patatas y las legumbres nunca faltaban, y se solían hacer conservas con el fin de que durasen durante todo el año.
Cuando terminaba la campaña, con las últimas cosechas se preparaba la conserva de los tomates, de las alcachofas, de los pimientos, de la carne de membrillo...
En estas tareas solíamos ayudar los niños que siempre teníamos que participar en las tareas domésticas.
Pero si tuviéramos que determinar cuál es el plato más característico de Chinchón, este es, sin duda, el guiso de patatas; y sobre todo, el guiso de patatas que se hacía en el campo.
La Vega de Chinchón está a diez kilómetros del pueblo, y hasta allí tenían que desplazarse los hombres para sus labores agrícolas. Esta distancia obligaba a los labradores a comer en el campo; y de ahí la tradición de buenos cocineros de los hombres de Chinchón.
Las comidas eran sencillas y de rápida elaboración, utilizando productos que se podían conseguir, en muchas ocasiones, allí mismo. Aunque se hacían algunos fritos, generalmente debían ser comidas de alto valor energético que ayudasen a soportar los rudos trabajos del campo: Los guisos.
Guisos de patatas, con bacalao, con costillas, con carne de guisar; al que se añadían productos que podían estar allí a su alcance, como cañamizas, pimientos, tomates, y los tradicionales caracoles que se escondían en los bordes de las caceras.
Generalmente se trabajaba en cuadrillas y por lo tanto se compartía la comida. El de mayor edad, o el que había conseguido la fama de mejor cocinero, preparaba el fuego. Al resguardo de un lindazo, o junto a una frondosa noguera se colocaban las trébedes o se formaba el hogar con tres piedras sobre las que se colocaba la "caldereta" o sartén. Con sarmiento o "recortillos" y hojarasca seca se encendía el fuego que después se iría alimentando con trozos de leña secos que se recogían en los alrededores.
Mientras se calentaba el aceite se cortaban unas patatas en gruesas rodajas, unos pimientos recién cortados de la mata y con unos ajetes se formaba el aperitivo.
Al aviso del "cocinero" toda la cuadrilla paraba para echar una "mascá", un trago de vino y volver al corte hasta que estaba preparada la comida.