En los últimos tiempos venimos asistiendo a un ataque sistemático a todas las Instituciones del Estado. Aunque habría que hablar en plural porque son muchos los ataques y desde muy diversos ángulos.
Desde la Monarquía a los Sindicatos, pasando por le Poder Judicial, los Partidos políticos, el Gobierno, las Comunidades Autónomas, nadie se libra de estos ataques encubiertos en críticas, muchas veces malintencionadas y sesgadas, elevando a categoría lo que es circunstancial o anecdótico.
Los Jueces están vendidos, los políticos son corruptos, los sindicalistas son unos vagos, las autonomías sólo sirven para los intereses de unos pocos que se aprovechan del dinero de todos, etc., etc., etc.
Y efectivamente, algunos jueces se venden, hay políticos que conviven con la corrupción, se han metido en los sindicatos muchos que no les gusta trabajar, los antiguos caciques han visto una gran oportunidad para seguir con sus prevendas al amparo de las autonomías, algunos miembros del entorno de la monarquía se aprovechan de su situación de privilegio.
Durante los últimos días estamos asistiendo a un ataque frontal contra los sindicatos con motivo de la huelga general del día 29. Se han oído voces diciendo que no sirven para nada, y se insinúa que hay que prohibir la huelga. La nueva reforma laboral prácticamente se ha cargado los convenios colectivos y ha dejado las relaciones laborales en manos de los empresarios.
No paramos de asistir a las causas que se abren contra los políticos de todo signo, y se escucha que habría que eliminar los partidos políticos porque “todos son iguales” y aquí se sobreentiende que la igualdad está en lo peor.
Aunque todos dicen acatar las sentencias de los tribunales, nadie se conforma cuando no se ajusta a sus intereses y los responsables no hacen demasiado para que la Justicia sea independiente de la política.
Estamos escuchando cada día que todo está mal. Que ésto no tiene remedio. Que hay que tomar medidas drásticas para solucionar la situación. Pero las medidas que se adoptan son las que propugnan los dueños del dinero, que han tenido bastante que ver con la causa de lo que ahora ocurre.
Y lo lamentable es que todos nos lo hemos llegado a creer.
Es verdad que durante los últimos años hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, es verdad que se han perdido los valores sociales, es verdad que los mayores responsables pueden estar dentro de estas Instituciones; pero ¿nos hemos parado a pensar qué pasaría si se desmantelasen como parece que quieren algunos?
Si no hubiese partidos políticos estaríamos en una dictadura. Si no hubiera jueces todo sería una anarquía. Si no hubiera sindicatos estaríamos muy cerca de la esclavitud, como si no hubiera asociaciones empresariales podríamos llegar a la dictadura del proletariado.
Y ahora estaría bien preguntarse ¿Y esto a quien aprovecha?
Si lográsemos averiguarlo, podríamos estar muy cerca de saber quienes son los verdaderos responsables de lo que está pasando. Pero aunque no lo sepamos, debemos tener mucho cuidado en no caer en la trampa que nos tienden. Los Partidos, el Poder Judicial, los Sindicatos, las Comunidades Autónomas, en resumen, el Estado, son imprescindibles para el normal funcionamiento de nuestra sociedad. Si faltase alguno de ellos algo dejaría de funcionar correctamente. Habrá que exigir que se vaya depurando su funcionamiento y corrigiendo sus disfunciones, pero, por favor, no caigamos en la trampa de los verdaderos enemigos del Estado, que a la postre son nuestros verdaderos enemigos.