La mayoría de mis amigos tienen gustos, aficiones, ideas políticas, convicciones religiosas, afinidades, y equipos de fútbol preferidos, diferentes a los míos. Y la mayoría de ellos los conservo de toda la vida. Y ellos lo saben y yo lo sé; y sin embargo seguimos siendo amigos.
Podemos ser diferentes, pero no tenemos por qué ser enemigos.
Hay un pasaje en el evangelio que dice algo así como “Quien no está conmigo, está contra mi”. Y no es verdad; yo puedo no estar de acuerdo con un amigo en cualquiera asunto, pero eso no quiere decir que esté contra el. No estamos de acuerdo, pero podemos seguir siendo amigos; eso que se llama tolerancia.
De vez en cuando, es saludable cuestionarnos nuestras propias convicciones, escuchar a los que opinan diferente, pensar que podemos estar equivocados; y es posible que en ocasiones (muchas o pocas) los otros tengan razón, y dicen que rectificar es de sabios.
Yo, a veces, lo hago… pero de hacerme del “Barca”, !ni hablar!