El Departamento de Favores, dentro
de la Dirección General de Peticiones y Súplicas trabajaba a pleno rendimiento.
Los funcionarios, allí destinados, eran
conscientes de la trascendencia de su gestión para la buena imagen del Reino en
la tierra.
En época de crisis el trabajo
aumentaba y las peticiones se acumulaban en el registro de entrada, si bien la
profesionalidad y eficacia de los profesionales los solventaba con la urgencia que les era
requerida. Allí todo funcionaba con una gran precisión. (No digo como la de un
reloj suizo porque últimamente tienen más prestigio los watch de Apple) Todas
las solicitudes eran registradas, seleccionadas, adjudicadas, y solucionadas con
suma diligencia y eficacia, lo que había hecho de esta Dirección General una de
las de más prestigio en todo el Cielo.
Todos los funcionarios del
Departamento tenían una gran capacitación. Para entrar allí se requería el título de “patrono” o su equivalente de “intercesor”,
que sólo se lograba después de una dilatada vida de entrega a sus devotos.
Allí trabajaban, entre otros
muchos, San Judas Tadeo y Santa Rita de
Casia que se encargaban de los asuntos imposibles; Santa Cecilia que era la
directora de la Sección musical; San Antonio que era el experto en asuntos de
la pareja, San Valentín que estaba dedicado únicamente a las cuestiones de los
enamorados; Santa Ana que administraba
los asuntos domésticos, San Juan de Dios y San Martin de Porres, que tenían que
atender todas las solicitudes que llegaban de los Hospitales,que eran por lo general las más numerosas, y Santa Bibiana a
la que se le había encargado el control de las enfermedades de la vista.
La coordinación de la Dirección General,
consciente Dios de la importancia de su funcionamiento para los intereses del
Reino de los Cielos, se la encargó al mismísimo San Pedro, que para eso era el
Príncipe de los Apóstoles, compartiendo este cargo con el de Portero Oficial
del Paraíso.
En realidad, el trabajo era
bastante rutinario y generalmente solo entraban cuestiones de índole ordinaria,
como peticiones de favor para niños que iban a ser operados, solicitudes de
ayuda para viejos desamparados, favores de clarividencia para jóvenes en época de exámenes, ruegos de milagros
para familias que proceso de desahucio, y alguna solicitud de alguien que iba a
ser operado de cataratas. Y habían conseguido un mínimo tiempo de espera que
para sí querrían la mayoría de los hospitales de la Seguridad Social.
Sin embargo, un día saltaron
todas las alarmas. Dos solicitudes entraron casi al mismo tiempo y con la
misma petición.
En el Gobierno del Reino de
España había quedado vacante el puesto de Ministro de Cultura, porque al
anterior titular le habían nombrado embajador de un importante Organismo
Europeo en la Capital de Francia. El Jefe del Ejecutivo, como era su costumbre,
dilató el nombramiento y pudo trascender que los candidatos eran dos de sus más
fieles colaboradores. Hasta la prensa mejor informada se atrevió a filtrar sus
nombres; tanto es así, que ambos candidatos decidieron acudir a solicitar la ayuda
divina para conseguir tan alta distinción. Así los dos ministrables, que eran
muy religiosos y devotos, se acercaron a sus respectivas parroquias para
implorar el favor del Altísimo que les ayudase en tan importante situación de
su vida política y personal. (Pensaron que era mejor acudir a los canales tradicionales
que hacerlo desde sus propias casas, que posiblemente no tuviese la misma
efectividad)
San José de Cupertino, que era el
patrono de los que hacían oposiciones, recibió esta insólita solicitud. Primero
intentó quitarse el marrón de encima alegando que esto no era una oposición
propiamente dicha y que se lo pasasen a San Judas Tadeo, pero el supervisor
determinó que era él quien debían atender estas demandas.
Después de hacer un amplio
informe en que recalcaba que ambos solicitantes presentaban méritos parejos y
antecedentes de probada religiosidad, alegaba que beneficiar a uno o a otro
podría suponer en agravio comparativo que podría socavar la prístina
imparcialidad de esta Dirección General, y que estas solicitudes planteaban un
dilema insalvable y de repercusiones difíciles ahora de prever.
El asunto trascendió hasta las
más altas instancias y ante la gravedad de lo planteado, se decidió solicitar
la colaboración al mismísimo Salomón; ante la protesta del de Cupertino, que
parece ser que dijo:
-Ya sé lo que a decir ese, que
les nombren ministro seis meses a cada uno…
El hijo del Rey David, después de
escuchar en silencio el contenido de ambas solicitudes y de leer el amplio
informe del Responsable de la Sección, hizo un largo silencio y después, con
voz pausada, dijo:
-Se trata del Reino de España,
¿no? Y el Jefe del Ejecutivo es Rajoy ¿verdad?
Puso su mentón sobre la mano, con
el codo apoyado en el brazo del sillón, hizo otro largo silencio, yo creo que
para darse importancia y crear expectación, porque es bien sabido que Salomón es harto prosopopéyico y
muy dado a los efectos teatrales… Y al cabo de unos minutos, levantando la voz,
sentenció:
-No hay ningún problema. Rajoy no
va a nombrar ministro a ninguno de los dos, porque sería la primera vez que
alguien acierta en sus cambios de ministros….