Podríamos definir al "tonto útil" como aquella persona de buena voluntad, algo idealista él, que no le importa sacrificarse por una idea y trabajar por ella. Se atribuye a Lenin esta expresión para definir a los seguidores que trabajaban en el Partido de forma desinteresada y sin saber muy bien sus verdaderos fines.
Y es que en los partidos políticos hay mucho "tonto útil" que son muy bien aprovechados por los listos, muchas veces bastante inútiles, que los dirigen.
Esta figura también prolifera en asociación religiosas, en los voluntariados y en las ONGs, aunque en este último caso tiene un matiz claramente diferenciados: hay personas que trabajan en estas organizaciones aunque no le reporte ningún beneficio personal, como no sea la satisfacción de hacer lo que le gusta y entender que es bueno para la generalidad de sus prójimos.
Luego están esas personas que ponen a disposición de la sociedad sus dotes y facultades de forma altruista y desinteresada y están dispuestas a participar en todo lo que sea provechoso, ya sea en la cultura, el arte, la historia o en la promoción de su entorno.
Estas personas son apreciadas por los próximos, aunque no valoradas, porque están los "listos inútiles" que saben aprovecharse de ellos y rentabilizar en beneficio propio el trabajo y las iniciativas de aquellos y que, igual que Lenin, les consideran "tontos" porque en sus coordenadas mentarles no conciben que alguien pueda trabajar por amor al arte y de forma altruista; aunque no tengan ningún rubor en aprovecharse de ellos.
¿Que pasaría si un buen dia "enlisteciesen" todos esos "tontos" y dejasen de hacer su labor? Pues lo más seguro es que esos listos inútiles no serían capaces de tapar sus carencias y muchos de ellos quedarían en evidencia.
Pero no hay peligro; eso no ocurrirá nunca, porque esas personas útiles seguirán haciendo lo que saben y pueden hacer, y no porque sean tontos, sino porque piensan que es bueno y saludable hacer algo por los demás, y solo en hacerlo tienen la recompensa, aunque no tengan, ni lo necesitan, el reconocimiento de tanto listillo inútil que anda por la vida.