Cuento número 5.- El día que a Quintín le regalaron una moto.
A Quintín, (este tampoco es su verdadero nombre, para que no le reconozcáis), le conocí en el Hospital; en la cama de al lado. Al principio teníamos otro compañero, pero le cambiaron a otra habitación y nos quedamos solos los dos. El había llegado tres días antes, pero estábamos los dos en una situación similar y tardamos varios días en entablar conversación, cómo no fuese los buenos días y buenas noches de cortesía.
Pero, afortunadamente íbamos mejorando y a los pocos días, empezaron las confidencias, porque pasar tantos días en una habitación juntos une mucho y más en los días de hospital que tienen por los menos treinta horas.
El caso que en unos días Quintín ya se conocía mi vida y milagros; él, que era menos hablador, tardó un poco más, pero al final descubrimos que teníamos recuerdos similares de nuestras infancias, que para eso éramos casi de la misma edad y casi paisanos.
Un día me contó que cuando tenía 18 años su padre le compró una moto para que le llevase a Noblejas, donde había estado refugiado en la guerra civil, por la Batalla del Jarama. Eso de la moto le dio a Quintin un gran pretigio entre sus jóvenes paisanos que se rifaban poder ir de paquete a las fiestas de los pueblos de los alrededores.
Recordaba que se pasó toda una tarde en las Fiestas de Carabaña, bailando con una chica rubia muy simpática, que resultó ser la sobrina del cura de Chinchón,... pero que no se atrevió a repetirlo en las fiestas de Chinchón, porque eso de ser la sobrina del cura del pueblo imponía un poco.
Tiene en la casa que fue de sus abuelos un patio donde siembra pimientos que le salen muy buenos; y ha montado una piscina de plástico para que se bañen sus nietos. En su vida profesional arreglaba televisores y ahora lleva todas las mañanas a su nieta al colegio.
Después de compartir confidencias y afecto durante tantos largos días, hemos llegado a ser buenos amigos y esperamos que cuando termine todo esto de las alarmas y los confinamientos podamos tomarnos unas cañas, porque, hasta ahora, todos los dias salíamos a tomar el aperitivo; nos hemos tomado unos soldaditos de Pavia con una tacita de caldo y un vermú, en Casa Labra, frente al Corte Inglés de Preciados donde se fundó el PSOE, unas cañas y unas gambas a la gabardina en el Bar la Villa de Chinchón, unos zarajos con un tinto en La Ponderosa de Cuenca, y hasta una ración de gamba roja con un vinito en Casa Chimo en Denia; pero siempre de forma virtual y, como veis, echándole bastante imaginación.