Yo, cuando salgo de casa tengo una rutina. Me palpo el bolsillo para comprobar que llevo las llaves y la cartera, compruebo que me he puesto la dentadura postiza, el audifono... y que no se me ha olvidado coger las gafas y el bastón; en invierno, si he cogido la bufanda, y cuando hace mucho frío, también si me he puesto el sombrero... y el paraguas cuando amenaza lluvia.
Pero ahora he tenido que ampliar el protocolo: he incorporado la mascarilla. Y es que son ya varias las veces que me he tenido que volver a casa, porque, al darme cuenta, me he dicho: ¡Anda, la mascarilla!