Antes de nada, deciros que soy un fantasma. No que me gusta presumir en demasía, ni ufanarme de mis hazañas, no; soy un fantasma de verdad. Lo que los griegos decían φάντασμα, o sea, "aparición"; como si dijéramos, soy el espíritu de un ser ya muerto que me puedo manifestar entre los vivos de forma perceptible, como por ejemplo, tomando una apariencia visible, produciendo sonidos o aromas o desplazando objetos principalmente en los lugares que frecuentaba en vida, o en asociación con mis personas cercanas.
Y eso es lo que me ha pasado, que como me morí hace ya dos meses he vuelto hoy a mi casa, porque hoy, precisamente, se van a reunir mis hijos y mis nietos para repartirse todo lo que hay aquí, porque después de muchas discusiones y no llegar a un acuerdo, han decidido vender mi casa, bueno, la casa de mi mujer y mía, que tantos trabajitos nos costó hacer.
Mi mujer, que también es ya fantasma no ha querido venir porque dice que le va a dar mucha pena ver cómo se reparten nuestras cosas, y lo que es peor, cómo van a tirar a la basura tantos recuerdos que fuimos guardando durante toda la vida. Pero ya me ha dicho que no me haga visible, que me mantenga al margen y que ni se me ocurra ir moviendo las cosas, porque sobre todo mis hijas son muy aprensivas y les puedo dar un susto de muerte. Sus nueras no les preocupan tanto.
Es que no os lo he dicho, pero primero se murio ella y yo, que sin ella nunca fui nada, pensé que ya puestos, me podía morir también, más que nada para que solo tuviesen que celebrar un entierro; algo parecido como cuando celebramos la primera comunión de mis dos hijos mayores, aunque se llevaban trece meses de diferencia.
Parece que fue algo duro para ellos, pero creo que lo agradecieron porque en poco más de una semana se quitaron de en medio eso tan enojoso que es enterrar a tus padres.
Aunque habíamos dejado todo "atado y bien atado", luego mis nueras y mis yernos pensaron que no era justo el reparto que nosotros habíamos hecho y se volvieron a replantear todo de nuevo. Como era de esperar no se llegaron a poner de acuerdo y decidieron vender todo y repartirse los cuartos.
- Los libros de tu padre te los puedes quedar tú... Más que nada para que no dispersar la biblioteca... Y porque tú tienes mas sitio en la casa...
- A mí me gustaría ese cuadro del salón...el que compraron en la subasta del señor marques... Aunque no debe ser de un artista conocido... Y desde luego no está firmado...
- Esa cerámica que trajeron de Grecia me la podíais dejar a mi, porque hicieron el viaje cuando mama estaba embarazada de mi... Vamos, si os parece bien...
- Sí, yo creo que con que cada uno coja una cosita de recuerdo...y lo demás lo llevamos a una casa de antigüedades y a ver lo que nos dan por todo... Y lo repartimos...
- Papá, a mi me gustaría quedarme con el disco duro del ordenador del abuelo... Como me llamo como el...
A mí me hizo mucha ilusión escuchar a mi nieto y me entró una especie de emoción, no digo mas que yo creo que se me habría escapado alguna lagrimilla si todavía hubiera tenido cuerpo; luego pensé que me iba a poner muy triste cuando se fuesen y dejasen todo allí, hasta que llegase el anticuario. Ninguno dijo nada de quedarse con los retratos que nos hicimos en un estudio de la capital, cuando nos casamos...
Pero no quise decírselo a mi mujer, porque ella es muy sentida y no iba a perdonar que sus nueras se empeñasen en que todas sus joyas entrasen en el lote que llevarían a vender al anticuario y no accediesen a que se las quedasen nuestras hijas. Por eso no he querido contarle todo con detalle.
Y tuve que prometerle que no me había hecho visible, aunque no la he dicho que dejé que mi olor se extendiese por toda la casa. (Pero ellos pensaron que es que estaba cerrada desde que nos morimos y no se debía haber aireado del todo).