Por fín he llegado. Me puedo poner en contacto con vosotros gracias a que una chica holandesa, con la que me he podido entender con el poco francés que aún recuerdo del bachillerato, me ha prestado su portátil para mandaros esta pequeña crónica y que tengáis noticias mías. Desgraciadamente Susaan, que así se llama, se marcha mañana, por lo que no sé cuando volveré a tener la oportunidad de conectarme a internet.
Aquí en este monasterio de Drak Yerpa, existen las cuevas de meditación más antiguas y famosas de la zona. Y es que los periodos largos de meditación en el Tíbet se realizan a menudo en cuevas, que nos ofrecen la posibilidad de aislamiento y silencio necesarios para la meditación y el recogimiento.
Construido en una ladera con más de 80 cuevas de meditación, el Monasterio de Drak Yerpa se describe como “el Árbol de la Vida” o el eje espiritual de Lhasa. Algunas de las cuevas se asocian con los grandes nombres del budismo tibetano: Songtsan Gampo, el primer gobernante del Tíbet unido; Padmasambhava, un gurú sabio quien fue fundamental para traer el budismo al Tíbet en el siglo VIII; y Lhalung Pelgyi Dorje, uno de los 25 discípulos de Padmasambhava, quien dicen que se escondió allí después de asesinar a un rey antibudista.
Y aquí tengo pensado pasar el resto de mis días, aunque siempre Chinchón permanecerá conmigo y todos vosotros en mi recuerdo.
Me despido con un pensamiento que he oído por aquí:
"Para tener sabiduría es necesario tener fuerza interior. Sin un desarrollo interno, podemos perder la confianza en nosotros mismos y el valor. Lo imposible puede ser posible con fuerza de voluntad".
¡HASTA SIEMPRE!