De la pleamar a la bajamar
Todos los días, la mar va subiendo y bajando para cumplir la rutina que le ha impuesto el destino. Las aguas llegan y retroceden. Entonces, las gaviotas se posan sobre el limo para buscar el sustento. Los berberechos y las almejas tratan de esconderse bajo el barro para librarse de sus depredadores.
Después llegarán las mariscadoras con sus cestillos y sus rastrillos para recolectar la cosecha diaria.
Es el ritmo de la vida y es el ritmo del destino. La pleamar volverá después para dejarnos los paisajes de aguas teñidas por los rayos del sol en los ocasos de los atardeceres dorados y de las auroras frías de los inviernos.