Iba un día, posiblemente de la
primavera, don Arturo Mas, camino de la Sabadell de sus antepasados, y viajaba
en una moto “vespa”, tranquilamente por su derecha y al atardecer, porque él
siempre había sido respetuoso con las normas, que para eso sus padres eran da
la élite de la sociedad catalana; iba, digo, despacio y por la derecha, cuando
algo le sobresaltó de tal manera que le hizo caer de su cabalgadura. Fue una
aparición, o posiblemente el deslumbramiento de unos faros que circulaban en
sentido contrario, el caso es que se
cayó, pero como era aún joven y bien preparado físicamente, apenas si se le
descompuso ese su tupé característico que le hacía reconocible en todos los
ámbitos de la política.
Para él esta caída de la moto fue
equivalente a aquella otra caída de Saulo camino de Damasco. En el ya no tan
joven Arturo se produjo una conversión al nacionalismo, similar a la conversión
de aquel judío perseguidor de los
cristianos. Y entonces pensó que era muy posible que esta bendita caída también
le concediese a él el título de Santo, para lo cual era necesario cambiar su
nombre por el de Artur, como cambió el otro el de Saulo por el de Pablo.
Y así empezó su andadura
secesionista ante el asombro de todos los que le habían conocido. Se unió a
compañeros a los que nunca hubiera ni pensado saludar y se propuso ser el Santo
fundador de la Nación Catalana.
Pero las cosas no iban como él
había pensado. Después de varios intentos de conseguir mayorías amplias para
llevar a cabo sus propósitos, y después de varias consultas, no tuvo más
remedio que renunciar a ser el guía que llevase a los catalanes hacia su
ansiada patria independiente.
Y entonces pensó que era el
momento del sacrificio. Era el momento del martirio. Y como Saulo llegó a la
santidad después de morir por la causa que había abrazado, él pensó que su
inmolación en aras de conseguir los ansiados apoyos para alcanzar la mayoría,
sería suficiente para él también conseguir el título de Sant Artur, que después
sería siempre recordado como el Patrono de la Nación catalana, muchísimo más
importante, ¡donde va a dar! que el título
de “Molt Honorable”, de presidente de la Generalitat.