Madrid, 31 de Octubre de 2104.
Mis queridos nietos:
He recibido vuestro regalo por mi 90 cumpleaños. Me ha gustado mucho porque habéis tenido que trabajar para encontrarlo. Es un libro que me había regalado mi abuelo, vuestro tatarabuelo, cuando yo apenas tenía 5 años, y que en alguna de las mudanzas se debió extraviar; así que me ha dado una gran alegría el recuperarlo. Yo no empecé a leerlo hasta unos años después, y “Mis queridos fantasmas” de mi abuelo me acompañaron durante mucho tiempo, como libro de cabecera.
Recuerdo que fue a principios del año 2020, aquel año trágico, cuando cientos de miles de personas murieron en todo el mundo por aquella pandemia del coronavirus. Yo, como os he dicho, sólo tenía cinco años, y apenas me acuerdo, pero estuvimos durante varios meses recluidos en casa sin poder salir a la calle, ni a ver a los abuelos, ni siquiera ir al colegio. Mi mamá trabajaba con el ordenador desde casa y el abuelo iba a trabajar a Chinchón, pero después todos nos quedábamos en casa, papá, mamá, la tía Olivia y yo.
Aún recuerdo que yo tenía mucho miedo a contagiarme, aunque entonces no sabía muy bien lo que significaba eso del contagio. Yo, aquellos días echaba de menos los abrazos y los besos de los abuelos, sobre todo de mi abuela, que era muy cariñosa y jugaba conmigo al escondite cuando iba a su casa.
Hasta que no descubrieron la vacuna, todo el mundo vivía con miedo; ese año no hubo vacaciones, tan solo unos días en Chinchón, en casa de los abuelos.
En aquel año, muchas empresas tuvieron que cerrar, muchos se quedaron sin trabajo y el gobierno tuvo que poner un subsidio de renta básica para que muchas familias pudieran subsistir.
En aquellos días la gente se sintió más solidaria y parecía que la humanidad iba a cambiar, pero desgraciadamente, cuando todo empezó a normalizarse, todo volvió a ser como antes; los ricos se siguieron haciendo más ricos y los pobres siguieron sufriendo el rigor de todas las crisis que siguieron llegando. Bien es verdad que a consecuencia de la pandemia se constató que era necesaria una sanidad pública más fuerte y se corrigió la tendencia privatizadora de años anteriores. Durante el tiempo que duró el confinamiento, todas los días a las ocho de la tarde, desde los balcones de las casas se aplaudía la gran labor que estaban llevando a cabo los sanitarios y demás cuerpos profesionales que colaboraban en la superación de la pandemia.
Lo único que se consiguió con esta experiencia, fue una mayor concienciación de que era necesario la ayuda a los más necesitados. La imperante, hasta entonces, filosofía del liberalismo económico, en la que mandaban los mercados, tuvo que moderarse y se socializaron las necesidades de los pobres, y los ricos, tomando como ejemplo algunos mecenas visionarios, entendieron que era necesario contribuir al bienestar general.
Luego llegaron otras pandemia y otras crisis económicas, pero de algo había valido aquella terrible experiencia que vivimos el siglo pasado.
Aunque normalmente nos comunicamos telemáticamente, hoy os he querido mandar una carta,como hacían en tiempos de mis abuelos, porque así también se puede decir que os quiero mucho, y repetiros que me ha gustado muchísimo vuestro regalo para mi 90 cumpleaños.
Con todo el cariño de la abuela
Martina.