Casi nadie puede discutir que Mr. Rato tiene talento; como lo tenía el Mr. Ripley de Patricia Highsmith, interpretado en el cine por Matt Damon. Rodrigo, como Tom, ha tenido que demostrar su capacidad de adaptación a las circunstancias para poder sobrevivir, con la filosofía del “todo vale”.
Después de ser el super ministro y vicepresidente del señor Aznar, vio cómo era postergado por su jefe en favor de Rajoy y fue “desterrado” al Fondo Monetario Internacional, de donde tuvo que salir huyendo para no tener que reconocer que durante su mandato se había gestado una tremenda crisis que ellos no supieron ver.
Como cuando llegó a España de nuevo, podía interferir en la dirección de su partido, su “amigo” y sin embargo rival le preparó un puestecito muy lucido, en contra de la opinión de la “lideresa” madrileña, al frente de una de las cajas con más tradición de España que estaba a punto de cumplir los trescientos años. Y eso a pesar de que no tenía ninguna experiencia en la gestión bancaria, como no estuviese en sus genes familiares.
Cuando se hizo cargo de la Entidad, la verdad es que había perdido parte de su lozanía y solvencia gracias a la gestión de otro político insigne, don Miguel Blesa, que también era neófito en la gestión bancaria cuando su amigo Aznar le hizo presidente de la Caja madrileña.
Entonces el talentoso Mr. Rato, que había aprendido mucho de alta economía en sus días en Washington, D.C., piensa que lo que hay que hacer es crecer mucho más y se “asocia” con otras cajas que estaban mucho peor que la suya; de forma que su problema se agranda de tal forma que hace imprescindible la intervención del Gobierno.
Rodrigo se había negado a una fusión anterior con la Caixa porque él perdería la presidencia y una persona de su talento no podía permitir tamaño desprestigio.
Luego es “invitado” a presentar su dimisión y, muy digno, lo hace antes de que le larguen, bien entendido que previo cobro de una modesta “indemnización” de un millón doscientos mil euros.
Hay quien dice que la fusión con Bancaja fue una imposición de sus mentores políticos o del Banco de España, pero él debía saber, por sus innegables dotes y conocimientos de economía, que eso era un harakiri financiero, pero una vez más su talento le llevó a saber adaptarse a las circunstancias para seguir sobreviviendo, aunque las consecuencias fueran nefastas para tantos y tantos clientes que había tenido la mala intuición de fiarse de sus conocimientos, y se animaron a comprar las acciones del banco que él sacó a bolsa.
Y lo malo es que también se ha llevado por delante la importante y necesaria labor social que Caja de Madrid estaba realizando desde hacía tanto tiempo.
Y es que ya se sabe, que tanto talento, no puede terminar bien.
Nota: No conozco personalmente a don Rodrigo Rato. Mis opiniones no están guiadas por una inquina personal contra él, pero él ha sido la punta del iceberg de tantos y tantos políticos como él que han hecho desaparecer, después de trescientos años, una Entidad modélica hasta que ellos llegaron, que me ha dado de comer durante toda mi vida laboral como a otros muchos y que ha desarrollado una labor social y cultural, y por supuesto financiera, en favor de los madrileños. Por eso no puedo perdonar este atropello cometido con premeditación y alevosía.