Era sábado y los ocho amigos, en dos coches, nos dirigimos a un pueblo que habíamos oído que era uno de los más bonitos de España; al menos eso decía la propaganda
Aunque la tarde amenazaba lluvia, eso sí, suave y discontinua, pusimos rumbo a Alcalá del Júcar, desde el balneario de la Concepcion en Villatoya.
La carretera es sinuosa pero ofrece unas panorámicas de una gran belleza. Desde lo alto, el pueblo más se asemeja a un nacimiento en el que las casas parecen salir de las rocas, y el río serpentea entre los arboles como el de nuestros belenes de niño aunque, en este caso, el agua no es de papel de plata.
Tiene un castillo que dicen se pudo construir en la época de los arabes, aunque en uno de esos carteles que han colocado para informar a los turistas, se dice que fue conquistado para los cristianos por el Rey Alfonso X, allá por el año 1211, aunque todos vosotros sabéis que en aquella época el que reinó en Castilla fue su homónimo Alfonso VIII, llamado “El noble”, quien derrotó a los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa y a quien se le atribuye un apasionado romance con una bellísima judía de Toledo, que según Lope de Vega, se llamaba Raquel.
También se pueden encontrar varios restaurantes, y las consabidas tiendas de recuerdos, en las que puedes comprar todas esas cosas -inservibles- que nunca te atreverías a comprar en tu lugar de residencia.
Un consejo; si alguna vez hacéis una excursión con un grupo de amigos, sería necesario proveerse de algún sistema de control, sea mecánico o electrónico, para evitar los inevitables despistes de algunos de ellos que desaparecen como por arte de magia y hay que esperar pacientemente hasta que retornan de nuevo. Esta medida es imprescindible si entre el grupo hay algún aficionado a la fotografía, que seguro, y más si es en un pueblo tan bonito como Alcalá del Júcar, se pierde sin tener noción del tiempo hasta que no logra captar esa instantánea inédita que solo el es capaz de conseguir.
Terminamos tomando un café en el Mirador de Alcalá, un restaurante que además de buenas viandas, ofrece una panorámica increíble del pueblo. Allí, cuando el Sol se oculta detrás del castillo, y se empiezan a encender las luces de las calles, es cuando Alcalá del Júcar ya rememora con toda exactitud el Belén que, de pequeños, poníamos en nuestras casas.
FOTOGGRAFÍAS DE M.C.M.