Todo comenzó en agosto del año 1945, cuando un grupo de jóvenes que tomaba el fresco en la plaza de Buñol comenzó una pelea tirándose tomates sacados de un puesto de verduras. Desde entonces no ha dejado de realizarse cada año, y el último miércoles del mes de agosto, la localidad de Buñol celebra la fiesta de la Tomatina.
Ahora dicen que es una fiesta de interés turístico internacional, y la televisión nos muestra cómo llegan jóvenes de todo el mundo a participar en esta “manifestación etnológica”, muestra de refinamiento, cultura y educación que dignifica a todo un pueblo.
Claro está que parece ser que esto es “rentable” para el municipio, aunque no sea nada más que por la “propaganda” gratuíta que obtiene con la emisión de esas imágenes desagradables que harían sonrojar (nunca mejor dicho) a cualquier pueblo civilizado.
Parece ser que tienen que cubrir todas las puertas, ventanas y fachadas para evitar su deterioro, y dicen que el Ayuntamiento compra miles de kilos de tomates para que “los jóvenes” se solacen en esta fiesta ya tradicional del pueblo.
Los ingleses o escoceses tiran un queso por la ladera de una montaña para que los jóvenes “rueden” detrás de él para intentar cogerlo; en Cazalilla, un pueblo de Jaen, tiran una pava desde lo alto del campanario, y los lugareños se tienen que subir por los tejados para cogerlo, y así muchos pueblo de todo el mundo, rivalizan para ver quien puede presumir de ser los más “brutos”, porque ya se sabe que en las fiestas de nuestros pueblos brilla con luz propia lo cutre y las manifestaciones que nos retrotraen a tiempos pretéritos que muchos creíamos ya olvidados, y todo ello bajo la coartada de una malentendida tradición, detrás de la cual se ocultan intereses nada respetuosos con lo que dicen defender.
Aunque la tomatina es de mi edad, no pienso ir nunca a Buñol... en esas fechas.