Decía el catecismo, que estudiamos cuando éramos pequeños, que el segundo mandamiento de la Ley de Dios es: "No tomarás el nombre de Dios en vano", y la manera muy grave de tomar el nombre de Dios en vano, es la blasfemia.
De tejas para abajo, y en la ley humana, también debería haber un mandamiento que prohibiera tomar en vano el nombre de valores y conceptos como libertad y democracia, y de objetos como la bandera, el himno y demás símbolos de la patria; lo que se podría calificar como blasfemias laicas, que desgraciadamente se escuchan con más frecuencia de lo deseado.
Y viene esto a cuento del empleo de palabras grandilocuentes que aparecen en los eslóganes políticos y que en la práctica no tienen el sentido etimológico que puede recoger el diccionario de la Real Academia de la Lengua.
Y como ejemplo, el anunciado de “Comunismo o Libertad” que no merece necesario comentar lo ilógico de la disyuntiva que propone, y a lo que solo cabe argumentar lo que decía el humorista Ignatius Farray: “ ¿Porqué lo llaman Libertad cuando quieren decir dos cañas y unas bravas?