No se si mucho, pero algo si ha cambiado con esto de la pandemia del Covid19. Muchas cosas que parecían imprescindibles, ha resultado que podíamos prescindir de ellas sin demasiado esfuerzo. Lo que sustentaba nuestra economía, ha resultado ser un ídolo con pies de barro que ha estado, o está a punto de derrumbarse. El turismo puede explotar como explotó la burbuja del ladrillo.
Y como en España se han estado poniendo todas las frutas en esos mismos cestos, ahora resulta que ni la industria, ni la investigación, ni tampoco la agricultura están preparadas para echar una mano en ayuda de nuestra balanza de pagos.
Solo unos meses antes de entrar en el confinamiento, los agricultores se habían echado a las carreteras para protestar por los precios que les pagaban por sus productos, que después nos los vendían a los consumidores a precio de oro. Después, en plena situación de alarma, saltaron todas las “ídem” porque no había mano de obra para recoger los productos del campo y había serio riesgo de desabastecimiento y hubo que recurrir a los denostados inmigrantes para paliar el problema.
Y Chinchón no es una excepción a esta situación, sino más bien un ejemplo de lo que está ocurriendo y puede ocurrir en un futuro, no demasiado lejano, si se cumplen las previsiones más pesimistas.
En Chinchón se olvidó la industria. En Chinchón se descuidó la agricultura, que de ser la principal fuente de riqueza del pueblo, pasó a ser una actividad residual, casi limitada a ser hobby de los viejos agricultores jubilados. No se hizo la concentración parcelaria y la atomización de las parcelas hace difícil una mecanización imprescindible para su rentabilidad.
Por otra parte, aunque aquí no se produjo una “burbuja inmobiliaria”, y la construcción se mantuvo en un crecimiento acorde con la demanda, es una realidad que tenemos pendiente una respuesta a la situación de gran deterioro del casco urbano, que es urgente abordar desde una planificación seria y rigurosa que se debe afrontar con la aprobación de un necesario “Plan de Urbanismo” que defina claramente el Chinchón del futuro. Un Plan de Urbanismo cuyo planteamiento sería más fácil si el Equipo de Gobierno del Ayuntamiento tiene la mayoría, como ocurre en la actualidad.
La Vega de Chinchón y las tierras de secano, son de buena calidad y se pondrían buscar soluciones imaginativas para hacerlas rentables y productivas y, ya de paso, dar solución a la anárquica situación de las edificaciones en la Vega.
Potenciar la agricultura en Chinchón, es además, perfectamente compatible con el mantenimiento del turismo y la creación de empresas industriales no contaminantes que podrían estar ligadas a los productos agrícolas y ganaderos.
Allá por el mes de julio del año 2000, va a hacer ya 20 años, publicaba en la Revista Fuentearriba un artículo que titule “La concentración parcelaría: buscar la utopía”, entonces decía:
“ En esta época de fusiones de empresas buscando el volumen necesario para sobrevivir en la macroeconomía mundial, sería ridículo gastarnos los cuartos en hacer “enanitos un poco más grandes”. Tenemos que buscar las estructuras para sobrevivir en la economía de las multinacionales que será el escenario en que nos vamos a mover en el siglo XXI.
Sin ánimo de perfilar un modelo perfecto, sino solamente con el propósito de esbozar un boceto de lo que podría ser una especie de concentración parcelaria en Chinchón, el proyecto que propongo podría parecerse a eso:
Una sola finca que equivaldría a todo el terreno cultivable de Chinchón, cuya titularidad sería de una Sociedad mixta, “Agro-Chinchon”, por ejemplo; que estaría formada por la Comunidad de Madrid, el Ayuntamiento de Chinchón y por todos los actuales propietarios de terrenos a los que le serían asignadas el número de acciones correspondientes a una valoración previa de superficie-calidad de sus actuales parcelas.
Muchos de los problemas de coste que se han enumerado, quedarían solucionados, pero además se conseguirían otros beneficios.
La eliminación de linderos, viales, y acequias, incrementaría el terreno cultivable. Este podría ser la parte del terreno que pasaría a titularidad pública.
A cambio de esta titularidad, los Organismos Públicos harían frente a los gastos de la concentración, que serían mucho menores que en la hipótesis actual.
Esta situación permitiría la gestión empresarial de la explotación agrícola, pudiendo marcarse objetivos de rentabilidad que lo hagan atractivo para los accionistas.
Se eliminarían los problemas de las edificaciones ilegales en terrenos rústicos y se dispondría de una base estructural para competir en los difíciles mercados del siglo XXI.
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Puede que a muchos esto les pueda parecer como un cuento de hadas. Sin duda que para llevarlo a cabo habría que vencer muchas dificultades, pero si no marcamos unas metas cercanas a la utopía y nos afanamos en alcanzarlas, cuando pasen otros cincuenta años (ya van 20) nuestros nietos lamentarán los años que nosotros hemos perdido... y en los mesones de Chinchón se seguirán sirviendo unas sabrosisimas sopas de ajo... pero de China.”
La llegada de la “Nueva normalidad” puede cambiar significativamente la situación y obligar a todos a plantear nuevas respuestas. Es el momento de poner en acción la creatividad y la imaginación para encontrar soluciones que pueden ser necesarias para un futuro que puede estar más cerca de lo que pensamos. Y de todas formas, aunque no fueran necesarias, nunca vendría mal abrir nuevos caminos que ayuden al progreso de nuestro pueblo.
!Y mira que si la agricultura es una parte importante de la solución!