Durante estos últimos días he oído mucha información sobre lo que ha ocurrido en París. También he escuchado dispares opiniones de lo que había y no había que hacer. Desde las declaraciones del Presidente de la Republica francesa a las de Jean-Marie Le Pen, pasando por los twist de nuestro académico don Arturo Pérez-Reverte e, incluso las declaraciones que se ha atrevido a hacer Francisco Rivera Ordóñez, del que hasta ahora desconocía su faceta filosófica.
También he recibido distintos mensajes por whashapp donde se recetaban soluciones mágicas. En todas estos mensajes sobresalen los que muestran su indignación y piden soluciones drásticas para acabar con la barbaridad del terrorismo.
No estoy de acuerdo con casi ninguna de las soluciones que se proponen; pero yo tampoco tengo la solución. Sin embargo si me atrevería a decir que los Presidentes de la Republica, los lideres de partidos políticos, los académicos, los toreros e, incluso yo mismo, somos capaces de decir muchas tonterías cuando hablamos de temas tan delicados y tan complejos como es el terrorismo, intentando dar recetas demasiado simples y sin sopesar lo que realmente pueden ocasionar nuestras palabras.
Solo puedo decir que el odio engendra más odio; que la guerra genera más guerra y que las bombas se terminan convirtiendo en más bombas.
Solo sé que en estos momentos, cuando valen poco las velas encendidas y las flores en el suelo, vale menos la llamada al odio y a la guerra... Pero yo, tampoco, tengo la solución para lo que está ocurriendo.