Cuando yo era chico, jugando al fútbol en las eras del pueblo, no teníamos árbitro. No teníamos ni porterías; colocábamos unas piedras o el cabás que eran los postes y el larguero lo formaba una línea imaginaria que estaba a la altura de donde llegaba saltando el portero.
Cuando había un mano, una falta o un fuera de juego, lo reconocíamos unos y otros y no solía haber demasiada controversia; hoy se podría decir que era un juego de caballeros.
Luego llegó el fútbol de más mayores, ya con árbitros y porterías y aprendimos a fingir empujones, entradas alevosas y “piscinazos” y a discutir las decisiones arbitrales y echarles las culpas de nuestras derrotas.
Y llegó la televisión al fútbol profesional, y a cámara lenta nos enseñaron cómo el árbitro había acertado o se había equivocado. Había quienes les acusaban de favorecer a uno u otro equipo, y quienes admitían su humanidad y su derecho al error de buena fe, aunque al final de la temporada no había demasiada diferencia en los errores a favor de unos y otros.
Y estas controversias alimentaban las tertulias de los aficionados y ponían su nota de pimienta a los distintos forofismos que se alimentaban de los errores arbitrales para justificar las derrotas de sus colores.
Pero el futbol se hizo demasiado profesional y se jugaba ya no por deporte sino por dinero, por mucho dinero, y no se podía dejar el resultado de una competición al albur de un error humano o, incluso, a un error voluntario bien pagado. Y llegó el VAR.
Ya había antecedentes en otros deportes. En el tenis, por ejemplo, el “ojo de halcón ” te dice con total exactitud si la bola rozó la línea o salió fuera. Y es que hay líneas, como ocurre en el fútbol cuando se trata de si un balón ha traspasado la línea de gol o de la banda, y entonces es totalmente clarificador.
El problema está cuando hay que “interpretar” una jugada, si ha sido mano, ha habido empujón o si la línea del fuera de juego está bien o mal trazada.
Y ya tenemos la polémica. Porque antes, cuando no había VAR, siempre te quedaba la excusa de que la toma de la televisión no era la buena, que en directo en el campo tu lo habías visto de forma diferente... en fin, que las discusiones tenían otra vidilla.
Ahora después de ver la repetición de las infinitas tomas del VAR, desde todas las perspectivas, no logras determinar porqué en esta ocasión se dio penalti por mano dentro del área, cuando en la jornada anterior no se concedió otra prácticamente igual contra tu equipo rival.
Debe ser que ya soy viejo, pero viendo ayer el partido de la tele, me acordé de cuando jugábamos en las eras, sin árbitro ni porterías.
Nota: Estoy de acuerdo con la utilización del VAR, aunque no sé si, de alguna forma, se está desvirtuando un poco el fútbol... como deporte.