Escuchar un debate electoral es un ejercicio de paciencia para no sentir ofendida tu inteligencia. No es un debate, es una sucesión de soflamas dirigidas a los seguidores de cada uno, con el único fin de que los indecisos se hastíen y no vayan a votar.
Es de vergüenza ajena escuchar las peroratas de los candidatos, que tienen muy poco que ver con las inquietudes y necesidades reales de los votantes, sino más bien con las elucubraciones mentales de los gurús de los partidos.
Así que, si eres andaluz ahora, o seas de donde seas en las próximas elecciones, lo mejor que puedes hacer es no escuchar a nadie (ni siquiera al obispo de Huelva) y votar en conciencia lo que creas que es mejor para la mayoría o, si me apuras, lo que a ti más te conviene.