El príncipe Don Juan, hijo de los Reyes Católicos, decide crear en 1.497 una
casa conocida como mancebía debido a la numerosa presencia de mujeres
de “vida alegre” en la ciudad de Salamanca.
Ese mismo año el príncipe muere a la edad de 19 años. El dictamen oficial
afirmaba que su muerte se debía a un esfuerzo en su amor matrimonial por
dejar un heredero, pero el pueblo comentaba que la causa había sido la
enfermedad contraída en su alterne con ciertas mujeres.
La mancebía, que fue sometida a concurso mediante pregón, se situó al
lado del Colegio de Fonseca y se establecieron ciertas normas: la profesión
no podía ser ejercida por mujeres casadas, con padres en esta ciudad, ni
mulatas.
Antes del anochecer, las mujeres debían recogerse en esta casa y
permanecer en ella toda la noche. Aquellas que ejerciesen y salieran por la
ciudad debían llevar las puntillas de sus enaguas de color gris parduzco
como distintivo, de ahí el conocido dicho “ir de picos pardos”.
La multa por no llevar la indumentaria ascendía a 300 maravedíes, y estaba
prohibido ejercer en días de fiesta, en Cuaresma y Vigilia.
El “padre putas” era el encargado del orden del barrio y de que las mujeres
pasaran las revisiones médicas. La función por la que era conocido es la
que ha dado lugar al famoso “lunes de aguas”.
El Miércoles de Cenizas el padre putas reunía a todas estas mujeres para
sacarlas de la ciudad y llevarlas al otro lado del río, donde pasaban los 40
días de Cuaresma.
La octava de Pascua, 8 días después de la Resurrección, los estudiantes
partían a buscar a las mujeres en barcas, ya que éstas no podían pasar por
el puente romano. Las barcas iban adornadas con abundantes ramas, por
lo que acabó llamándose “rameras” a las mujeres que albergaban en la
mancebía.
Esa tarde toda la gente de la ciudad se acercaba al río para cotillear y
festejar el alborozo de estudiantes y mujeres de vida alegre.
En este día de campo se merendaba el hornazo, una empanada a base de
harina de trigo rellena del mejor jamón, chorizo y lomo de la casa,
acompañado de un buen vino.
Hoy cada lunes de aguas los salamantinos salen al campo y algunos se
acercan hasta las orillas del Tormes para festejar este día acompañados del
hornazo, que también sirve acompañamiento habitual en sus meriendas o
celebraciones familiares