Filomena Pinas Ramírez, era lo que se dice una mujer promiscua; pero ya desde muy pequeña. Y es que ella era muy dicharachera, muy simpática y, hay que reconocerlo, un poco casquivana.
En el pueblo, y casi de su misma edad, vivía también Bartolo Nuñez de Julian, el hijo de el señor Emilio y de la señora Eufrasia, por lo que allí se le conocía como Bartolo el de la Eufrasia. Y él era todo lo contrario; callado, tímido, retraído, y hasta un poco tartaja; lo que le hacía casi imposible decir a Fili que le gustaba.
Como podréis haber deducido a Filomena, en el pueblo se la conocía como Fili Pinas, y como además de todos sus atractivos ya mencionados, era una muchacha de buen ver, nunca lo faltaron pretendientes y siempre revoloteaban a su alrededor una caterva de moscones que eran un obstáculo más para que Bartolo se atreviese a acercarse a ella.
Fili Pinas, ya tuvo novios desde párvulos. Pero, todavía no os lo he dicho, Fili también era caprichosa y voluble y los novios no le solían durar más de un par de meses, como mucho. Aunque era difícil encontrar un árbol en toda la alameda en el que no hubiese un corazón grabado con la “F” , acompañada por otra inicial, que casi completaban todo el alfabeto.
El caso es que sin darse apenas cuenta se le pasó la edad de merecer y empezó a ser catalogada en el pueblo en el apartado de solteronas, aunque en honor de la verdad, todos reconocían que su vida sentimental había sido digna de envidia para todas las mozas del lugar.
Y fue entonces cuando Bartolo se atrevió. Fili, que dicho sea de paso, nunca se había fijado en él, pensó que ya era hora de sentar un poco la cabeza y aprovechar la oportunidad, que posiblemente sería la última de su vida. Y se casaron. Y desde entonces, en el pueblo, a Bartolo se le conoce como el último de Fili Pinas.