2. NUDO
A la vista de los casi nulos resultados,
a los pocos días llegó al pueblo un inspector y su ayudante de la Brigada
Criminal Central. Sin la contundencia que hubiera deseado Aniceto, estuvieron
interrogando a todos los vecinos y buscando
infructuosamente, en las casas, la bicicleta que supuestamente había
utilizado la víctima para llegar al pueblo. Se llevaron sus ropas para hacer
análisis más exhaustivos y se despidieron del Aniceto que había disfrutado
durante los cuatro días que duró la investigación, siendo el guía y de sus
colegas y aportando los indicios a los que habíamos llegado todos nosotros, que
fueron considerados como “muy interesantes” por los policías de la capital, quienes
indicaron, además, que era encomiable la racionalidad de nuestras
apreciaciones, no frecuente en personas no profesionales en la investigación
criminal.
El caso es que a finales de agosto,
cuando llegaron las fiestas del patrono, ya casi se había olvidado el asunto
del hombre asesinado, y todos nos esforzamos en disfrutar de los festejos que
había organizado el Ayuntamiento que diferían muy poco a los celebrados en los
últimos diez años. Aquellas fiestas hubieran pasado, también, sin pena ni gloria y nadie las recordaría
años más tarde, a no ser porque en la romería del Santo, en el profundo
barranco de Valdelaspozas, alguien vio brillar algo que resultó ser una
bicicleta y nadie dudó que era la de la víctima.
Aniceto, que afortunadamente se encontraba
en el lugar para controlar el orden público, evitó que nadie la tocase para así
preservar las posibles huellas que podrían llevar al asesino.
-
¡Que nadie se acerque a la bicicleta, y que nadie se atreva a tocarla! ¡Queda
confiscada en nombre de la autoridad!
Inmediatamente dio instrucciones al
Emilio y al Roberto para que bajasen hasta el fondo del barranco, donde estaba
la bicicleta, y que sólo la tocasen poniéndose un pañuelo en las manos.
Tuvieron que dar un pequeño rodeo y tomar
precauciones para evitar una caída que hubiese podido ser peligrosa. Cuando ya
estaban abajo, les tiraron unas cuerdas que hicieron con varios ramales de las
caballerías, y las ataron cuidadosamente por debajo del sillín y el manillar,
procurando no tocarla con las manos desnudas.
Desde arriba empezaron a tirar de ella
con mucho cuidado, mientras ellos tiraban de dos cuerdas que habían sujetado a
las ruedas para evitar que la bicicleta fuese rozando con el lindazo.
Yo no estaba allí cuando empezó todo,
pero mandaron recado a mi sobrino Antoñito, y yo me ofrecí a acompañarle;
cuando llegamos ya estaba la bicicleta tumbada en la hierba del borde del
barranco, rodeada por más de veinte curiosos a los que casi no podía controlar
el Aniceto.
-
¡Que os retiréis, coño! ¡A ver si voy a tener que llevarme a alguno al
calabozo!
Con mucho cuidado, y sin tocarla con las
manos, la montaron en una carreta y el Juez de Paz, ordeno que la llevasen a
las dependencias municipales, para iniciar las oportunas investigaciones.
Esa tarde, a pesar de estar en fiestas,
se convocó una reunión urgente en la rebotica.
-
No, yo no tengo los medios necesarios para hacer un análisis completo de tan
importante prueba pericial. Es mejor avisar a las autoridades policiales y que
sean ellos los que las hagan.
-
¿Y vamos a tener que esperar tanto tiempo para conocer los resultados?
-
Bueno, yo - dijo Aniceto en tono pausado para que todos nos centrásemos en él-
Yo ya he hecho un estudio preliminar, y se pueden sacar ya algunas
conclusiones...
Hizo una pausa como las que había visto a
los investigadores de las películas; se echó un poco de agua en el vaso, bebió
un pequeño sorbo, y continuó.
-
La bicicleta fue tirada al barranco, posiblemente después del crimen. La víctima
no se calló con ella...
-
¿Y cómo has llegado a esa conclusión?
Tardó unos
segundos en responder...
-
Muy sencillo... En el borde del barranco no se apreciaba ninguna rodadura ni
había señales de ningún arrastrón de un cuerpo humano. La bicicleta fue lanzada
con fuerza para que llegase a lo más profundo del barranco, y no se aprecia que
chocase con los bordes...
-
Eso pudo ocurrir también si la víctima fuese muy deprisa y saliese disparado
por encima del borde...
-
¡Eso es imposible! - una nueva pausa, pero esta vez más corta - Eso es
imposible porque para llegar al borde del barranco hay que superar un lindazo
bastante alto y una bicicleta no lo puede salvar, y menos si no hay ningún
camino para tomar velocidad...
La conjetura del municipal pareció convencer
a don Marcial que era quien había sugerido esta posibilidad.
Aniceto, ante la
expectación de todos los reunidos, continuó.
-
La prueba pericial, o sea la bicicleta, muestra diferentes rasguños producidos,
sin duda, al haberse rozado con las ramas y piedras del barranco. También está
llena de polvo y barro, posiblemente debido a las lluvias de la semana pasada.
Al caer debió chocar en principio con la rueda trasera por lo que está
descentrada y tiene una yanta deformada. Uno de los pedales está roto y lo
encontré cuando bajé yo mismo a donde estaba la bicicleta.
-
¿Y no encontraste rastros de la víctima? Pregunté yo.
-
No. Aunque, como he dicho antes, la lluvia de la semana pasada podría haber
borrado algún vestigio; se puede asegurar que la víctima nunca estuvo en el
fondo del barranco.
Don Abrahán, que había seguido,
aparentemente sin demasiada atención, todas las explicaciones de Aniceto,
preguntó:
-
¿Y de la capital, se ha recibido algún informe de la policía?
-
Pues no, no dicen nada... Y eso a mí me está empezando a escamar... Yo creo que
han descubierto algo importante y lo quieren mantener secreto... Mañana mismo
voy a decir al secretario del ayuntamiento que mande un oficio pidiendo
explicaciones... El alcalde del pueblo tiene derecho a estas bien informado...
Las reuniones en la rebotica se volvieron
a reanudar cuando terminaron las fiestas. Aunque a finales de agosto empieza a
hacer fresco, las continuamos en el patio y nadie faltó a la primera
convocatoria que se había hecho para el llamado día de descanso, que ya no
había ningún acto de celebración. Yo mandé preparar una buena limonada
fresquita y unos bollitos de aceite que encargué en la dulcería y poco a poco
fueron llegando todos los tertulianos.
Aniceto fue el primero en llegar y no
podía disimular que tenía algo importante que contar. Yo enseguida me di cuenta
porque le conozco bien, pero él se mantuvo callado hasta que llegó don Abrahán,
el señor cura, que había tenido que acudir a la ermita del Santo para dar la
bendición a los hermanos que habían acudido a bajarle de las andas.
-
No sé, dijo pausadamente, mirándonos a todos y a cada uno de nosotros, sin duda
para ver nuestra reacción ante el descubrimiento que estaba a punto de hacer,
No sé si esto será importante, hizo una pausa, pero ha llegado hasta mis oídos
que la tía Sinforosa está haciendo unos gastos que no se corresponden con la
situación económica que es de todos conocida…
-
Eso serán habladurías de la gente…
-
¿Y qué tiene eso que ver con el crimen del viajante?
-
¡Un momento, un momento!, que todo tiene su por qué…
-
La verdad es que yo me fijé el otro día en la procesión de la Virgen y tanto
ella como su hija iban mucho más arregladas que de costumbre…
-
Ahí quería ir yo, dijo Aniceto, Ahí quería ir yo… Me han dicho, y bajó la voz
para que todos tuviésemos que agudizar nuestro oído, me han dicho que va
diciendo por ahí que han recibido una herencia de unos tíos que vivían en
Tudela… pero me he informado y ni su padre ni su madre tenían ningún pariente,
porque los dos eran hijos únicos y nunca se supo de esos misteriosos familiares
navarros…
-
¿Y cuando dicen que han heredado?
-
Dicen que más de cien mil reales…
-
Pues eso les arregla la vida para una buena temporada…
-
Pero eso no lo pueden haber hecho ellas…
- Ellas,
por supuesto, no…. ¿Pero y su hijo...?
-
Desde que volvió del Servicio Militar parece otro… ¿A que usted no le ve mucho
por la Iglesia, eh don Abrahán?
-
Yo no puedo dar información de mis feligreses, y menos para despertar
sospechas… Os recuerdo a todos que es pecado levantar falsos testimonios….
-
Aquí no se están levantando falsos testimonios, nos estamos limitando a
constatar hechos.
-
Simplemente estamos constatando datos empíricos…
Lo de “empíricos” lo había dicho Jenaro,
el alcalde, que no sabía muy bien lo que significaba, pero que se lo había
escuchado a un diputado provincial y lo soltaba siempre que pensaba que podía
venir a cuento, y como en este caso, algunas veces acertaba.
Sin embargo los comentarios que se oyeron
a continuación en el patio de la farmacia se acercaban más a las
habladurías de las comadres que a las
consideraciones detalladas que se podrían esperar de los prohombres del pueblo
dispuestos a esclarecer este maldito asesinato que estaba desquiciando a todos.
Aunque las tertulias se siguieron
celebrando con puntual regularidad, la verdad es que se estaban agotando, de
nuevo, todas las vías de investigación, con el consiguiente desánimo de los
conspicuos y aficionados investigadores que pasados unos días vieron como todas
las sospechas en que tantas esperanzas habían puesto se desvanecían, cuando se
recibió una notificación oficial del Juzgado de Instrucción de Tudela
confirmando la herencia que parece ser provenía de un indiano que fue novio de
una tía abuela de la tía Sinforosa, de la que nunca había tenido noticias y a
la que nunca, por supuesto, conoció.
Las tertulias habían vuelto a la rebotica
y ya prácticamente se había olvidado el caso del calor asesino, al que sólo de
vez en cuando alguno de los contertulios se atrevía a mencionar. De nuevo se
habían retomado los asuntos consuetudinarios propios del pueblo, o sea, las
bodas, los bautizos, las partidas de cartas en el casino, los estrenos de
teatro de la capital que contaba con todo lujo de detalles el señor alcalde que
aprovechaba las reuniones políticas para ponerse al día en su afición favorita,
las previsiones epidemiológicas para el próximo invierno y demás asuntos varios
que surgían de improviso y que no daban para mucho más de una o dos tertulias.
Tanto era así que había dejado de asistir Aniceto, con la excusa de tener que
atender unos asuntos de vital importancia para la seguridad ciudadana.
En una de estas tertulias surgió una
noticia, que se mantuvo más tiempo; fue el inexplicable embarazo de la hija de
la tía Justa. Un embarazo como todos los demás, pero que ella negó al
principio, hasta el tiempo le hizo asumir lo evidente.
-
Ella aseguraba que era totalmente imposible, que ella no había hecho nada ni
había estado con ningún hombre, que no podía ser. Cuando llegó a mi consulta
dije a su madre que saliera para hablar con ella a solas; pero ni así pude
sacar nada en limpio como no fuera su total negativa a aceptar lo que
confirmaban sin ningún género de duda los análisis.
-
¿No es muy mayor, todavía, Cuantos años tiene?
-
Alrededor de los veinticinco y ni tiene novio ni habla con nadie, al menos que
se sepa.
-
Pues habrá sido por obra del Espíritu Santo.
-
Oye, eso es una falta de respeto, y delante de mí no voy a permitir esas
palabras…
-Perdone
don Abrahán, perdóneme, pero es que me habían dejado el chiste a huevo… No
volverá a ocurrir.
Y la cosa se quedó así, aunque a las
pocas semanas empezó a correr por el pueblo un rumor. “Ernestina, la hija de la tía Justa estaba preñada de un forastero que
venía verla por las noches desde hacía más de diez meses”.
Esa tarde, en la rebotica, a la que
también había acudido Aniceto, se encendieron todas las alarmas. En los ojos de
todos brillaba una luz extraña que demostraba que todos ellos habían llegado a
la misma conclusión. ¡El viajante de la bicicleta!
El próximo día 6, el último capítulo de este relato...