Luego están los malos, los genocidas, los depravados, los asesinos, y toda esa retahíla de personajes que parecía que solo existían en la ficción, pero que de vez en cuando nos encontramos en los medios de comunicación y resulta que eran reales.
Yo me refiero a las malas personas, esas que nos encontramos todos los días por la calle o que vemos a diario en la televisión. Puede ser la vecina del tercero o tu compañero del mus, puede ser, incluso, alguien de tu familia. Esos que sabes que a la menor ocasión te van a clavar un cuchillo (metafóricamente hablando, claro) por la espalda o te van a levantar un infundio (sensu stricto) de padre y muy señor mío, en menos que te lo piensas.
Esos que se parecen tanto a los que frecuentemente salen por la tele sacando los trapos sucios de todo el mundo, o se dedican a mofarse de los incautos que caen en sus manos. Porque están los de la generación del "tomate" que cuando se hacen con una presa no la dejan hasta que la destrozan, y están los que forman los jurados de los concursos que impunemente intentan desprestigiar a los pobres concursantes que no les caen bien. Sean los concursos de variedades, de música o de cocina, que para el caso lo mismo da. Es cuestión de emular al ínclito Risto Mejide, que marcó la pauta de comportamiento en O.T.
Y viene todo esto a cuento porque he visto una fotografía del susodicho Risto con una nueva novia muy joven que parece se ha echado; y me ha dado por preguntarme ¿cómo es posible que un hombre tan desagradable haya podido enamorar a una niña tan mona?
Y es eso, que yo creo que no son malas personas, que lo que pasa es que son tan buenas que les da vergüenza parecerlo y por eso lo disimulan con estos comportamientos.
Porque digo yo, si esta clase de personas fueran tan malas como parecen, deberían ser absolutamente infelices, y así no se puede vivir. Así que he llegado a la conclusión de que no; que no pueden ser tan malas personas y que las malas personas no existen, solo lo parecen.