Una de las imágenes añoradas de nuestros tiempos de niños de la posguerra era el puesto del "alcahuetero". Los domingos, en el centro de la plaza se solían colocar dos, con sus puestos de frutos secos.: el "Ariza" que vivía en la calle Grande y el "tío Eustaquio", que los días de diario lo ponía junto a su casa a la entrada del Barranco, que ahora se llama calle de las mulillas.
Las "alcagüeses", en un gran esportón de pleita, las chufas, en un barreñito de barro, los garbanzos tostados, en una media fanega de medir el trigo, las pasas en una espuerta y las aceitunas que tenían puestas en agua en un pequeño tonelito de madera y que sacaban con un cazo con agujeros en el fondo. En un cajoncito de madera, varias bolsas de almendras garrapiñadas, sólo asequibles a los niños ricos. Todo ello sobre un banco "tocinero" de madera, y al lado, un pequeño asiento de anea, donde esperar a que fueran llegando los clientes.
- Ariza, ponme un surtido que voy "pa" la "regunión".
En un cucurucho de papel de estraza colocado en uno de los platos dorados de la balanza iba echando, cuidadosamente, con un cacillo de hojalata un poco de cada producto, hasta que vencía el peso del otro plato en el que unas pesas negras y redondas marcaban la cantidad de la compra.
- Son dos reales.
Porque los principales clientes de los "alcahueteros" eran los hombres que compraban las provisiones para ir a la reunión de amigos que se juntaban todos los domingos por la tarde en la casa de cada uno de ellos, por turnos, para jugar al mus, al tute o al julepe.
Imagen tomada de "Fotos antiguas de Chinchón" subida a Facebook por Gema Ariza.
A la caída de la tarde llegaban las mujeres y los niños que terminaban con las existencias de frutos secos, y se tomaban un vasito de “limoná” que habían preparado esa misma tarde en un frasco de media arroba: ya se sabe, mitad de vino, un poco menos de agua en el que se diluía medio kilo de azúcar, y unas cáscaras de limón en trozos pequeños para poder meterlos por el estrecho cuello del frasco.
También los niños nos acercábamos a los puestos, para comprar una bolsita de cacahuetes o unas uvas pasas, para tomar mientras jugábamos a la pídola, al guá o al rescatao.
Cuando las fiestas patronales, y también el día del festival, les llegaba la competencia de los "almendreros" que iban de feria en feria visitando todos los pueblos de la comarca, ofertando una mayor variedad de productos, donde también se incluían los dulces, los pirulís de azúcar tostada, los caramelos de malvavisco...y unas "milhojas" altísimas de merengue (clara de huevo batidas a punto de nieve con azúcar) que eran el blanquísimo objeto de deseo de todos los niños golosos...
¡Qué tiempos aquellos... tan dulces!