El Diccionario Enciclopédico Abreviado "Espasa Calpe" nos dice que la palabra "alboroque" procede de la palabra árabe "albaraca" que significa dádiva, y lo define como el agasajo que hacen el comprador o el vendedor o ambos a los que intervienen en una venta. En Chinchón tenía un significado más lúdico, y era el agasajo que alguien daba a sus amigos para celebrar cualquier acontecimiento gratificante.
Así, el mozo tenía que pagar el alboroque a sus amigos cuando formalizaba las relaciones con su novia. Aunque en este caso parece que no existe el factor de agradecimiento que aparece en la definición, debemos convenir que, en la mayoría de las ocasiones, los amigos tenían un papel fundamental y muchas veces decisivo en conseguir que la moza aceptase "hablar" con su pretendiente. Por eso se puede considerar como acertado emplear este término cuando pedían al novio que se pagase el alboroque, teniendo en cuenta que en toda relación amorosa existe un cierto contrato comercial. Y más en tiempos pasados, cuando los padres concertaban la boda de sus hijos pensando en ampliar sus tierras de labor y el mozo podía llegar a adquirir un atractivo especial en función de las viñas y los olivos de la familia.
Como ilustración, vamos a recordar unos versos de Mateo de las Heras, que dedica a su amigo Tomás, después de una celebración por este motivo:
Acepta gran Tomasín
una felicitación
de toda la reunión
al terminar el festín.
Eres sin duda el primero
que al cumplir los veinticinco,
generoso y con ahinco
nos regalas un puchero
de judias, y es muy justo
que nosotros, tus amigos,
al llenarnos los ombligos
tengamos un sumo gusto
en elogiar tus acciones
y pedir que al terminar
te saques “pa” refrescar
-si los tienes- los melones
que nos podamos tomar.
También había que pagar el alboroque cuando se compraba una "muleta" -mula joven- nueva, se construía una casa o te llegaba una herencia imprevista.
Y el convite solía ser proporcional al acontecimiento que se celebraba. El compromiso, por ejemplo, de un mozo con la hija de un rico terrateniente - lo que hoy conocemos como un buen braguetazo - requería una celebración por todo lo alto, no menos que un cordero asado, al breve o cochifrito.
Estas celebraciones tenían lugar, por lo general, en la casa del anfitrión. Pero también había la costumbre de hacerlas en el campo. Entonces se decía que “se iba de juerga”. Aun hoy se va “de juerga” para celebrar la terminación de una casa, para organizar la fiesta de cualquier cofradía, para agradecer los favores que alguien te ha hecho, o para montar una fiestecilla con los amigos, para lo que no es necesario buscar demasiadas excusas.