Dice Manuela Carmena algo así como que "si lo sé no vengo". Y la comprendo. Hay edades en las que ya no se está para esos trotes. A mí me ofrecieron en varias ocasiones la posibilidad de participar activamente en política, y afortunadamente las personas que me quieren me disuadieron de meterme en esos berenjenales.
Y es que eso de la actividad política se ha puesto que no hay quien lo resista. A ver quién puede soportar que haya una jauría de observadores buscándole los tres píes a tu gato. Luego, como casi todo es discutible y hay grandes expertos en sacar las cosas de contexto, a cualquier decisión le sacan punta, lo tergiversan, incluso mienten, y el mal ya esta hecho.
Claro está que eso de arrepentirse de haber aceptado ese compromiso solo le suele ocurrir a personas que tienen conciencia y capacidad. Porque vemos a muchos que llevan años y años, legislaturas y legislaturas aposentados en la política y no muestran ningún cansancio; es más, yo creo que como no son capaces de dedicarse a otra cosa, como no valen para nada, resisten impávidos todo lo resistible e, incluso, no les importa demasiado si tienen que tragarse alguna rueda de molino, en aras de su permanencia.
También, nos encontramos de vez en cuando, sobre todo cuando estamos en campaña electoral, como les sacan los trapos sucios a los políticos, por impagos de impuestos, falsedad en titulaciones, chistes indecentes, maltratos e indecencias varias, aunque los susodichos ni se inmutan, ni muestran su más mínima intención de abandonar.
Así que, esto de la política consigue que, al final, todos estemos "hasta el moño". Unos porque no sabían dónde se metían, y otros, porque no sabemos cómo es posible que tanto impresentable siga medrando y viviendo de una actividad que debería ser para servir a los demás.