El cuento que os voy a contar me lo contó a mí, ya hace mucho, mucho tiempo, un amigo que había estado en Yemen del Norte y me aseguró que todo había ocurrido allí, en un pueblo perdido del sureste del país, un pueblo más bien pequeño, en el que había un alcalde, llamado Estofafio, propenso a la prevaricación y al mangoneo.
Tengo que advertir a mis lectores que los nombres de los personaje y de los lugares de este cuento están castellanizados, porque los reales eran difíciles de retener y ya los he olvidado; pero mi amigo me aseguró que el cuento esta basado en hechos reales.
Como iba diciendo, el pueblo se llamaba Escobillas de Arriba y el señor alcalde elegido, eso sí, por votación popular, tenía el nombre de Estofafio; nombre poco común, incluso para aquellos recónditos parajes.
El pueblo de Escobillas había alcanzado una cierta fama en la fabricación de productos de barreduras, de ahí su nombre de "Escobillas". Pero habría que aclarar inmediatamente que allí llamaban barreduras al estiércol o abono orgánico.
En casi todas las casas se fabricaban estos productos, que después vendían en el mercado regional, incluso habían llegado a conseguir exportarlo a los países limítrofes, por su excelente calidad.
El olor en el pueblo, como alguno de vosotros ya habrá colegido, no era precisamente de rosas, pero las pituitarias locales ya se habían adaptado a tal contingencia, si bien don Estofafio y su Corporación Municipal pensaron que sería más idóneo sacar del pueblo toda la producción y construir una gran fábrica de barreduras a un kilómetro, por lo menos, fuera del pueblo,
Dicho y hecho. Pero había un "pequeño" problema. A solo dos kilómetros del de arriba, estaba Escobillas de Abajo, cuyas autoridades, cuando se enteraron del proyecto pusieron el grito en el cielo; sobre todo su edil presidente que se llamaba Bernoldo y además de alcalde era perfumista.
Don Estofafio, que como ya he dicho, era de una moral laxa, se acercó a visitar a su colega del pueblo de abajo y le dijo:
-"¡Pero no seas tonto, Bernoldo, con el mal olor de la nueva planta de barreduras te vas a forrar vendiendo perfumes!
Y le convenció. Ahora la fábrica está funcionado a pleno rendimiento, pero los habitantes de Escobillas de Abajo que vivían del turismo, han tenido que hacer una gran inversión en aromatizadores (que lógicamente suministró su alcalde) para colocarlos por todo el pueblo y entregan unas preciosas mascarillas a todo forastero que llega a visitarles, y así, casi ni se nota el mal olor que les llega del pueblo de al lado.