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viernes, 29 de enero de 2021

LA CUEVA DE LA CUESTA DE LA TORRE.



Hace unas semanas Cultur-Arte de Chinchon publicaba unas declaraciones de “Juanito”, seudónimo de un paisano nuestro que quería mantener su nombre en el anonimato y que hablaba de la cueva cuya entrada está en la Cuesta de la Torre, debajo de la plazuela de Palacio. Cuenta que a mediados del siglo pasado quedó abierta una entrada a esta cueva. Sin embargo hay que aclarar que esa entrada no estaba donde ahora han puesto una reja, sino en la Plaza de Galaz, unos metros antes de llegar a la cuesta de la Torre y pasaba por debajo de la misma. Estuvo abierta durante varias semanas y fuimos varios los intrépidos que nos atrevimos a entrar para explorarla. 

Efectivamente utilizamos teas para alumbrarnos y éramos tan atrevidos que no calculamos el riesgo que realmente corríamos, porque sin duda había riesgo de posibles derrumbes.

La cueva era muy irregular, a veces nos teníamos que casi tumbar en el suelo para pasar y las paredes y el techo no eran uniformes. Yo también llegué hasta las ultima escalera que estaba tapiada y yo también pase mucho miedo hasta que logramos salir.




Hubo quienes hicieron mas progresos y decían que habían visto restos de la Iglesia de Santa Maria de Gracia, que como todos sabéis fue destruida por los franceses en el año 1808. 

La distancia desde aquella entrada hasta el Teatro Lope de Vega deben ser poco menos de cien metros en línea recta, y esas escaleras bien podrían ser del kiosco que había por entonces en la puerta del teatro y que se llamaba “El ventisquero”.

Toda la apariencia de esta cueva es que se formó cuando fueron cubiertas las ruinas de la Iglesia, explanada la plazuela de Palacio y construida la tapia de la cuesta de la Torre que tuvo lugar en el año 1890, como se indica en una de las piedras que todavía se puede observar en la tapia.




No obstante, ahora es posible acceder a la misma y habrá técnicos que podrán aclarar todos estos extremos. 

Solo he pretendido corroborar el testimonio de “Juanito”, que también puede ser confirmado por otros tantos que en aquellos tiempos debíamos tener menos de diez años, y rememorar otra anécdota de la memoria colectiva de Chinchón.

miércoles, 10 de abril de 2019

PALABRAS, PALABRAS...



José Arroyo es un paisano que me envía este correo, al que acompaña algunas palabras que se usaban antaño en Chinchón:

“Lo primero darte la enhorabuena y las gracias por tus escritos, especialmente los de la memoria histórica que he leído casi todos.
Aunque soy algún año mas joven que tu, viví también muchas de las cosas que cuentas en nuestro querido pueblo. 

Bueno a lo que iba, te envío alguna palabra mas para el chinchonario:
Afolgiñar: esforzarse para algo que cuesta trabajo
Alpear: darse prisa. venga "alpea" que llegamos tarde
Arusto: persona especialmente arisca y áspera de trato. también para los animales.
Avichucho: bicho grande que da miedo. También aplicado a personas con aspecto desagradable.
Dale molino (y): Cuando alguien se pone pesado pidiendo o repitiendo algo muchas veces.
Escuelicao: ir con la camisa entera o con parte de ella por fuera del pantalón”.
Gracias Pepe, por compartir con todos nosotros tus recuerdos.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

CHINCHÓN EN LA POSGUERRA.XVII (MEMORIA HISTÓRICA)

EPÍLOGO.


Son las Fiestas de San Roque del año 1945. Según dicen los periódicos, ha terminado la Segunda Guerra Mundial.
Una pareja de padres jóvenes pasea con su hijo por la plaza el día del Patrón San Roque. Es la hora de comenzar una nueva vida olvidando los tiempos de guerra vividos unos años antes.
Es hora de buscar la prosperidad y el desarrollo económico, social y cultural. Es la hora de todos los que vivimos en aquellos tiempos de posguerra, que conseguimos, entre todos, llegar a la modernidad, y que ahora, después de tanto tiempo, queremos recordar con nostalgia.

Esta memoria histórica no es, desde luego, un trabajo de investigación; aunque tampoco son unas memorias al uso. Se podría decir que es, más bien, una pequeña crónica de un tiempo y de unas personas que vivimos ese tiempo. Pero es un crónica que está basada en recuerdos que empiezan a desdibujarse y que ya son lejanos en el tiempo, aunque el espacio sigue tan cerca.
Al escribirlas he querido ser respetuoso con fechas y hechos que ocurrieron durante este tiempo para lo que he tenido que recurrir a distintos archivos y publicaciones, intentando ser fiel notario de lo que ocurrió.
Es posible que alguien me pueda decir que no fue exactamente así como ocurrió, y posiblemente pueda tener razón; pero así es como yo lo recuerdo, aunque en alguna ocasión me haya podido permitir alguna licencia literaria que, desde luego, no pienso que pueda variar demasiado el contexto de la historia.
No creo que nadie se pueda molestar por lo que aquí cuento, aunque sí es más probable que alguien pueda enfadarse por algún olvido, que me apresuro a decir que es involuntario, y además comprensible, si pensamos el tiempo que ha transcurrido desde los hechos que aquí narro.
Sólo me quedar presentar mis disculpas si el trabajo adolece de un cierto orden; pero es que ya se sabe que los recuerdos nos llegan a la memoria de forma un tanto desordenada y caprichosa. He preferido no atenerme a una secuencia temporal y dejar que fluyesen recordando los distintos aspectos de nuestra vida de entonces, porque hacerlo de otra forma, podrían haber resultado mucho más farragosos y difíciles de organizar.
Me he atrevido a presentar este trabajo al Concurso convocado por el Ayuntamiento de Chinchón, porque pienso que lo que aquí se cuenta puede completar de alguna forma los trabajos históricos que ya existen sobre este mismo tiempo.
Y espero que mi trabajo, si no para completar la información de lo ocurrido durante la posguerra en Chinchón, pueda servir como añoranza para los que vivieron estos años y un acercamiento más entrañable para los que los conocieron mucho después, incluso, para los que todavía no hayan oído hablar de ellos.

AGRADECIMIENTO


Un día, por el patio de lo que era la posada de la calle de Morata llegó un turista, de los de entonces, con una cámara de fotos. Nos pidió permiso para hacernos una fotografía junto al pozo, colocando unos serones delante. Esta es la instantánea, y esos éramos nosotros, tan jóvenes y con todas nuestras ilusiones aún intactas.


Para terminar, solo agradecer la colaboración de mis amigos; los de siempre, con los que llevo compartidos muchos días, muchas ilusiones y muchas añoranzas. Gracias a sus recuerdos y a sus vivencias, con las que he ido adornando las mías. Sin su aportación estas memorias históricas de la posguerra hubieran sido más cortas y, desde luego, menos sugerentes.
A todos nos une, además de la edad y los recuerdos, nuestro amor por nuestro pueblo y por sus gentes, porque entre todos hemos ido formando y formamos un poquito de Chinchón.

UNA ACLARACION:

Aunque se trataba de hacer unas memorias, para su redacción he tenido que acudir también a recabar datos del Archivo Histórico de Chinchón y otras publicaciones históricas de distintos autores, sobre la época que hemos tratado.


Y UNA JUSTIFICACIÓN:

Pasados los años, nuestra memoria, nuestros recuerdos, necesitan un apoyo de las imágenes, para recobrar su verdadera dimensión. Todos guardamos en aquellas latas de la conserva del membrillo, las viejas fotografías que heredamos de nuestros padres, por las que hemos podido conocer a nuestros abuelos y también las costumbres y la forma de vestir de entonces.

Sin este testimonio, nuestros recuerdos y nuestra memoria quedarían incompletos. Por eso, como complemento imprescindible de esta memoria, he considerado fundamental rescatar parte de las viejas fotografías familiares y “pedir prestadas” algunas que viajan por el nuevo espacio que es internet, que de alguna forma nos pertenece a todos.

Es posible que alguna de las fotografías que aparecen en este trabajo corresponda a los años anteriores o posteriores a la época que hemos tratado en este estudio, pero muestran situaciones, personas o costumbres que son comunes a la primera mitad del siglo XX en nuestro pueblo.

Durante estos tiempos de la Posguerra fueron numerosos los fotógrafos que llegaron hasta Chinchón y que nos dejaron una muestra de su arte, al tiempo que plasmaban una realidad. Un ejemplo es Ingeborg Morath, una fotógrafa austriaca, nacida en el año 1923.

En esta instantánea, el fotógrafo austriaco Nicolas Muller ha captado la esencia de lo que era la plaza de Chinchón en un día de toros; posiblemente, un Festival Taurino.

Pero también los periódicos de la época nos dejaron bellas imágenes del pueblo. Esta fotografía de Cortina ilustraba junto a otras varias un amplio reportaje con el sugerente título que muestra la propia fotografía, en la que hacía un amplio recorrido por las distintas actividades de Chinchón, haciendo énfasis en la agricultura.
Un joven, que no aparenta más de doce años, monta un burro, camino de las eras al mediodía, saliendo por la Puerta de la Villa de la plaza.
La plaza, desierta, como correspondería a la sagrada hora de la siesta, menos para este niño, que tiene que ayudar en las tareas de la trilla.

Dos estampas del festival. El puesto de golosinas frente a la Fuente Arriba y un espectador, poco aficionado a la Fiesta Nacional se toma un refresco en el Bar del Puro.

Y con estas fotografías, cierro el trabajo de investigación que he titulado "CHINCHÓN EN LA POSGUERRA" Memoria Histórica de la Posguerra en los confusos recuerdos de un niño de Chinchón, y que obtuvo el 3º Premio en el XII Concurso de Investigación y Memorias de Chinchón y su Comarca de 2016.
Espero que su lectura haya servido de entretenimiento para algunos y haya hecho rememorar viejos recuerdos a los que también vivieron estos años.


Y como firma, mi carnet de aspirante de la Acción católica.

¡¡THE END!!

lunes, 19 de septiembre de 2016

CHINCHÓN EN LA POSGUERRA.XVI (MEMORIA HISTÓRICA)

CAPÍTULO XV. LA PLAZA DE CHINCHÓN.


La plaza de Chinchón es y ha sido siempre el centro neurálgico del pueblo. Es nuestra imagen y también fue la imagen de una España que empezaba a mirar hacia el turismo.
En estas memorias históricas he querido rememorar una plaza más entrañable, más nuestra; sin los coches aparcados en el centro, solo con los niños jugando a la pídola o al “rescatao”, sin el bullicio que nos ha traído el turismo, cuando nos sentábamos en los escalones de los soportales para cambiar los tebeos del Guerrero del Antifaz o de Roberto Alcázar y Pedrín.

Y así, con nuestra plaza recién rehabilitada, me tengo que despedir de todos ustedes. No sé si se habrán dado cuenta de que durante este trabajo unas veces les tuteaba y otras les llamaba de usted. Y es que estoy escribiendo esta especie de memorias cuando ya soy mayor y me he acostumbrado a tutear a todo el mundo; en cambio, cuando ocurrió todo lo que les he contado, nosotros llamábamos de usted a todas las personas mayores.
Y para despedirme he querido bajar a la plaza de Chinchón, porque aquí gravita toda la vida social, económica y política del pueblo; y además es y ha sido nuestro emblema y nuestra seña de identidad.
Y he pensado que para despedirme, nada mejor que invitarles a dar una vuelta por aquella plaza donde de pequeños jugábamos a las canicas, y después paseamos con la chica que pretendíamos e, incluso, corrimos delante de un toro para saltar el tabloncillo.
Una fotografía de Ingeborg Morath. Los soportales a la caída de la tarde y el tendero a la puerta de su comercio de telas.

Y es que la plaza de Chinchón tiene la característica de su gran versatilidad. La plaza es ágora griega que congrega a los ciudadanos para hablar de la “res pública”, y sus soportales conocen mejor que nadie los rumores que corren por el pueblo. La plaza es el patio grande de todas las casas de Chinchón, donde los niños juegan y los mayores se relacionan. La plaza es corral de comedias, es coso taurino, salón de baile en las verbenas, estadio en competiciones deportivas, paseo para mocitas en edad de merecer; es zoco y rastrillo los sábados por la mañana, terraza gigante y comedor de restaurantes, paso obligado de procesiones, aparcamiento para coches (¿hasta cuándo?) y, siempre, punto de encuentro para chinchonenses y forasteros.
Siempre vigilada por la gran mole de la Iglesia, su vida se acompasa a las pesadas campanadas del reloj que, en la torre de ladrillos rojos, va marcando el ritmo de su historia. La farola marca el epicentro de la actividad y es el faro que ilumina el ir y venir pausado de las gentes de Chinchón.
La Plaza y sus aledaños son, también, el centro comercial del pueblo. Los bares y restaurantes han ido colonizando la mayor parte de sus casas y junto con las tiendas de artesanía y de productos típicos ofrecen una amplia oferta para los que nos visitan, que ahora se completa con la nueva Oficina de Turismo instalada en lo que fue un lavadero público y con las dependencias del recién restaurado Ayuntamiento.
La “Fuente Arriba”, ahora disfrazada con galas de granito, ya no regala sus aguas al caminante sediento, ni al maletilla que, bebiéndola, decían, sería torero famoso.
Los soportales, refugio de lluvias invernales y de soles implacables, ofrecen sus pulidos escalones de piedra como asiento para animadas tertulias y descanso para los viejos que no se resisten a dejar de darse una vuelta por su plaza.

Baile de la jota en la Plaza de Chinchón.

Varias veces restaurada para conservar sus delicadas balconadas de madera y su piso agredido por el moderno tráfico, ha sido testigo de todos los cambios que se han ido produciendo en la vida social, política y económica de Chinchón.
Y seguro que por los cansados ojos de sus balcones se le asoma alguna que otra lágrima recordando los tiempos pasados en los que tan sólo oía a los niños que jugaban al “rescatao”, a los feriantes que ofrecían sus mercancías en los días de fiesta, a los gitanos que acompañaban con su trompeta las evoluciones de una cabra famélica y de un oso, cansado y viejo, que causaba admiración en niños y mayores, y que por la noche dormían en el “Campillo”.
Seguro que también recuerda con nostalgia los malabarismos de la pequeña “troupe” del circo ambulante que levantaba dos altos palos de los que pendía un solitario trapecio, a cuyo alrededor formaban un círculo los curiosos espectadores -niños en su mayoría- que apenas si les aportaban lo suficiente para malcomer ese día.
Recordará la Posada de Manolo Carrasco, que antes fue la del tío Tamayo, junto a la carnicería de Tino, y del tío “Pelos” al que ayudaba Barrena, y la Pastelería de Pedro de la Vara, en los portales, y las peluquerías del tío Vicente y de Paco el de “La Higiénica”, y la otra posada junto al barranco, y el bar de Juan “el Botero”, y el cuarto de los “mediores” y la panadería de las Lolas, y el cuarto donde vendía los periódicos la tía Paula, la de los papeles, -que antes fue pescadería- al principio de la calle Grande, un poco más arriba del Bar de Auspicio y enfrente, “Casa Toni”. Y el antiguo Café que durante tantos años regentó la Señora Carmen, y la tienda de los “franceses” con el reclamo de su enorme zapato colgado junto a la columna.
Y la tienda del tío Quico, el marido de la “Cañamona” y la pescadería de Juanito Carrasco, junto al Pilar, que después se trasladó junto a la Fuentearriba; y la tienda de Pakolín, primero junto al rincón del Barranco y luego en los soportales. Y la tienda de telas del Señor Antero, y la otra peluquería del tío Boni que también era sacamuelas y después puso unos futbolines. Y el taller del tío Félix el ojalatero, a quién no le faltaba trabajo, arreglando los pucheros y los demás utensilios de cocina con estaño, porque, como ya he dicho varias veces, entonces no se tiraba nada y todo se restauraba una y mil veces. Y el Bar la Villa, que años después puso un televisor y allí tomábamos nuestro corto con un pincho de berberechos mientras veíamos Escala en Hi-Fi…

Otra fotografía “profesional”. La original es en color, pero he considerado que nuestro recuerdo del “Pilar” entonces, debía ser en blanco y negro.

No se habrá olvidado de lo concurrido que estaba el lavadero del Pilar, donde muchas mujeres iban a lavar su ropa, aunque había quienes se iban hasta Valdezarza o Valquejigoso, porque decían que estaba el agua más limpia. A veces, en las fiestas, allí encerraban a los toros, cuando los corrales de los toriles eran insuficientes...
Y recuerda la gran reja redonda sobre la alcantarilla a los pies del pilón de la Fuente de Arriba, que era como el gran ojo por donde el tenebroso mundo del subsuelo de Chinchón se asomaba a la vida del pueblo exhalando su pestilente aliento.
Seguro que recuerda muchas cosas, aunque ahora se le ve preocupada por la afluencia de tanta gente desconocida que la invade con sus potentes y ruidosos coches y le hace añorar el cansino traqueteo de los carros cuando a la caída de la tarde volvían de la Vega...
Recordará, también, el olor penetrante de los churros que el Ataulfo preparaba junto a la Fuente Arriba y que su mujer iba ensartando en los juncos verdes, a seis pesetas la docena.
Pero recuerda, sobre todo, el sabroso olor de cocido que María Nieto, preparaba, todos los días, en un gran puchero de barro, para dar de comer a los muleteros, a los traperos, a los feriantes, a los mieleros de la Alcarria, a los salchicheros de Candelario, a los sacamuelas, y a todo el variopinto retablo de curiosos personajes que eran los clientes habituales de la posada.
Y seguro que ya casi ha olvidado como lucía la antigua Fuentearriba, que en nuestros tiempos de niños no tenía frontal, sino una reja de forja hasta que siendo alcalde Baldomero Martínez se volvió a reformar, quitando la barandilla y haciendo un nuevo frontal de piedra, parecido al primitivo, también con tres bolas de piedra, pero sin el frontón triangular. En el centro del frontal se colocó el emblema de la Falange, el yugo y las flechas de los Reyes Católicos siguiendo los dictados políticos de aquellos años.
Yo quiero ahora recordar cómo la Plaza, los domingos y los días de fiesta de aquellos años de la posguerra, presentaba un aspecto apacible aunque bullicioso.
Los niños jugaban a la “pídola”, a las “canicas”, a los “güitos”, a la “taba”, a la “chita” y al “rescatao”. Las niñas jugaban a los alfileres, al aparato, a la “comba” y a los cinturones. Los jóvenes paseaban intentando acercarse a las mozas, que siempre en grupo, se dirigían a los soportales para ver las carteleras de la película que esa tarde ponían en el Teatro Lope de Vega. En uno de esos domingos, un niño llamado Pepe, el del tío Venancio, iba a comprar una entrada de gallinero para ver su primera película.
La tía Nuncia, junto a la Columna del Café - también llamada de los franceses - preparaba su cesta de mimbre sobre una pequeña mesita de madera, y se sentaba en un pequeño asiento de anea, esperando que llegasen los niños con su perra gorda para comprar los dulces de malvavisco, las bolitas de anís y los chicles de "Bazoca" que cortaba con un cuchillo en trozos pequeños para poderlos vender más baratos.
Y la tía Mariana, a la puerta de su casa, también sacaba su cesta con chucherías y una mesita donde colocaba una pequeña ruleta de construcción artesanal, donde ponía en cada casilla una golosina, y lo anunciaba:
- “A realito, y siempre toca”…
Años después el tío Huete montó un puesto de chucherías en una especie de carromato de color verde, que colocaba en el centro de los soportales; eran los primeros indicios del desarrollo, de las multinacionales y de la globalización.

El Ataúlfo, junto a la Fuente Arriba, preparando sus churros, su mujer los ensartaba en juncos verdes, a seis pesetas la docena.

También en los soportales se montaba un pequeño mercadillo en el que se cambiaban los tebeos del "Guerrero del Antifaz", de "Roberto Alcázar y Pedrín" y de las "Hazañas bélicas", el "TBO" y "Pulgarcito"; después vendrían los del "Jabato" el "Capitán Trueno" con Crispín y Goliat. Y mucho después "Supermán". Los tebeos nuevos se compraban en el estanco que regentaban Juana y su hermana Enriqueta en la calle de los Huertos, donde las niñas también compraban los recortables con los vestidos para sus muñecas de papel. También se cambiaban los cromos de futbolistas que salían en el chocolate Dulcinea de Quintanar de la Orden. Cuando reunías toda la colección podías canjearlo por un balón de fútbol o una muñeca "gisela" para las niñas. Era la democratización de los juguetes. Hasta entonces sólo las niñas ricas podían tener una "Mariquita Pérez" y tener una pelota de goma era un signo de riqueza digno de la envidia generalizada de todos los chavales.
Y para terminar, sólo recordar que la plaza ha tenido los nombres de Plaza Mayor, Plaza de la Constitución (posiblemente con motivo de la aprobación de la Constitución de 1812 ó 1837), plaza de la República durante la Guerra Civil y definitivamente Plaza Mayor desde 1939, aunque para nosotros, aquellos niños de la posguerra de Chinchón, siempre será -solo- nuestra plaza.

Continuará....

sábado, 17 de septiembre de 2016

CHINCHÓN EN LA POSGUERRA.XV (MEMORIA HISTÓRICA)

CAPÍTULO XIV. CAMINO A LA TRANSICIÓN.


Oficialmente había terminado la posguerra. El 28 de octubre de 1956 se habían iniciado las emisiones de Televisión Española, y ya todo parecía más moderno. Pero en Chinchón, como he dicho, las cosas iban mucho más despacio. Aquí, todavía nos quedaban unos años de camino hacia la transición.


Estamos recordando los años de la posguerra. Unos años que en Chinchón duraron un poco más de lo normal, porque aquí en Chinchón se dieron una serie de circunstancias, que como he comentado de pasada, tendrían una influencia decisiva en el futuro social, político y económico de nuestro pueblo.

Fueron la emigración de muchos jóvenes que tuvieron que salir del pueblo para buscar su futuro; la descapitalización económica que se produjo por no tener valor el dinero de la Republica, y la oposición frontal de las fuerzas vivas a la industrialización, cuando en el resto de España se estaba desarrollando un paulatino abandono de la agricultura. Estas fueron algunas de las causas del estancamiento que se produjo en nuestro pueblo y que duro prácticamente hasta casi los años ochenta.

Así, nuestras autoridades, no saben o no quieren acogerse a las facilidades estructurales que se promueven para la creación de "polos industriales", pero tampoco son capaces de conseguir una concentración parcelaria que entonces hubiera sido una solución para la atomización de la propiedad agrícola del pueblo. Durante estos años se va deteriorando también la presencia política de Chinchón en las estructuras provinciales. En el año 1964 Chinchón deja de ser cabeza de partido judicial, desaparece el juzgado y la cárcel que se trasladan a Aranjuez, y después hasta el Registro de la Propiedad es dividido para trasladarlo a Arganda del Rey y Aranjuez. Todo ello hace que la actividad comercial también decaiga aunado a la facilidad que existe de trasladarse a diario a la capital por el aumento del servicio de los autocares de línea.

Mientras, en España, se estaba iniciando un cierto aperturismo político y se aprueba la existencia de las asociaciones. En el año 1967 se promulga la Ley de Representación Familiar en las Cortes. Se convocan elecciones para elegir a los representantes familiares y el 10 de octubre de 1967 fuimos a votar por primera vez los que ya habíamos cumplido los veintiún años. En Madrid salieron elegidos don Juan Manuel Fanjul y doña Josefina Veglison.

Esta fotografía podría ser un ejemplo de cómo se fue deteriorando el casco urbano de Chinchón, durante la guerra y la posguerra. Las casas a medio hundir, las calles sin asfaltar, todo el pueblo estaba así de descuidado. Aunque, por suerte, cuando se fue restaurando se conservó su estructura y se mantuvo el sabor de su historia.

El año anterior, no obstante, ya habíamos sido convocados a las urnas, aunque yo entonces aún no tenía derecho a voto. Fue el día 26 de diciembre de 1966 y se celebró el referéndum político para aprobar la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado. Ese día el señor alcalde da órdenes a la guardia civil de que no salga nadie del pueblo a trabajar en el campo sin el justificante de haber cumplido con su derecho y deber de votar. La participación supero el 80% y triunfó el "Si" con un abrumador 95% y con un solo 1% de votos en contra. Uno de los eslóganes más usados aquellos días fue el de "FRANCO, SI. COMUNISMO, NO" . Mucho después, en el referéndum para aprobar la Ley para la reforma política (Ley 1/1977, de 4 de enero) que tuvo lugar 15 de diciembre de 1976 con la que se finiquitaban de hecho las Cortes franquistas, y se posibilitaba la transición a la democracia, y que también fue aprobada por amplia mayoría, Chinchón fue la demarcación nacional con mayor porcentaje de "noes". Eso indica la condición conservadora que siempre ha marcado al electorado de nuestro pueblo.

En el año 1970 Francisco Grau es nombrado alcalde de Chinchón, en sustitución de Baldomero Martínez Peco y se inician una serie de actuaciones en el pueblo, como la creación de un Instituto de Enseñanza Media y la cesión de varias propiedades del Ayuntamiento al Ministerio de Información y Turismo que culminaría con la construcción del Parador de Turismo.

Unos años antes se había publicado el periódico "Fuentearriba" dirigido por el sacerdote don Luis Lezama Barañano, que en el año 1963 había sido el creador de la Pasión de Chinchón, que desde entonces se viene celebrando ininterrumpidamente como uno de los actos más importantes en su promoción turística.

Ya en estos años había prácticamente desaparecido la Agrupación Juvenil de la Falange, que tanta importancia había tenido durante la posguerra; sin embargo todavía tenían amplia presencia social las organizaciones de la Iglesia, centradas en la actividad del Club Santiago, que iniciará en los años cincuenta don José Manuel de Lapuerta y que después potenció don Luis Lezama. Desde allí se organizaban las funciones teatrales, la Pasión, el periódico y otras muchas actividades culturales y recreativas.

El cartel de turismo con lo que la plaza de Chinchón se convirtió en el emblema turístico para decir a todo el mundo que
¡¡España (como Chinchón) es diferente!!

El Centro Parroquial "Club Santiago", ubicado en la casa de la Fundación Aparicio de la Peña de la calle Benito Hortelano, que fue colegio de Cristo Rey antes de la guerra y que después acogería el Colegio Libre Adoptado, fue el centro de reunión de la juventud de aquellos años, y en lo que fue la capilla del colegio llego a instalarse una sala de cine donde se proyectaban las películas de "El Zorro" del "Gordo y el Flaco" y de "Charlot" los domingos por la tarde. En los patios se iniciaron los primeros ensayos de la Pasión de Chinchón, con la dirección de Pilar Montero y la supervisión del cura Lezama.

En Chinchón se daban una serie de circunstancias por las que no había demasiado paro en la agricultura, que era la principal ocupación. La mayoría de los agricultores eran propietarios, al menos, de pequeñas parcelas y en ellas se ocupaban cuando terminaban las temporadas de la recolección, de la vendimia o de la aceituna. Estos trabajos estacionales absorbían toda la mano de obra disponible e incluso llegaban jornaleros de fuera. Cuando faltaba el trabajo, se aprovechaba para limpiar las acequias, y a ellos se dedicaban una cuadrilla de quince o veinte personas que lo compaginaban con los otros trabajos agrícolas. Eran los “paleros” que limpiaban la maleza de los caces y caceras y después los gastos se repartían proporcionalmente entre los regates.

La pequeña extensión de muchas fincas, que se hubiese solucionado, entonces, con una concentración parcelaria, dificultaba la mecanización agrícola, y aunque se compraron bastantes tractores, no se les sacaba un rendimiento adecuado a la inversión realizada. En muchas ocasiones se utilizaban solo como medio de transporte para llegar a la Vega.

En estos tiempos se crearon la Cooperativa Vinícola “San Roque” y la Cooperativa Aceitera “Virgen del Rosario” y empezaron a desaparecer las almazaras y las bodegas particulares. Los beneficios fiscales y financieros que se concedían a estas entidades les permitieron acceder a una mecanización a la que no podían llegar los particulares. Ambas cooperativas se dedicaron a la transformación de la uva y de la aceituna para producir el vino y el aceite, pero ninguna de las dos se atrevió a afrontar la comercialización al por menor de sus productos y se limitaron a vender su producción al por mayor, generalmente a otros productores o comercializadores.

Sin embargo, fracasaron los intentos de organizar otra clase de cooperativas, como el relanzamiento de la antigua “Cooperativa Unión Agraria de Chinchón”, para comercializar el ajo –producto emblemático de Chinchón- ni agrupaciones para compartir la moderna mecanización agrícola. Varios intentos fracasaron, sin duda por el individualismo en el caso de la mecanización y por ser el ajo un producto que en Chinchón tenía un carácter especulativo, por la gran variación en los precios que se podían conseguir, dependiendo de la producción en España y las importaciones que ya entonces empezaban a llegar desde Argentina primero, y después desde China, además de las nuevas técnicas de conservación del ajo, con la aparición de las cámaras frigoríficas.

La industrialización en Chinchón se había reducido desde el siglo XIX, a las fábricas de anís –el otro producto insignia de nuestro pueblo- y a varios intentos de otras actividades que no llegaron a fructificar.

La ubicación de Chinchón, apartada de las principales vías de comunicación nacionales, a quince o veinte kilómetros de las carreteras nacionales a Valencia o Andalucía, y sus intrincadas carreteras de acceso, se unieron a la oposición interna a que llegasen industrias para tener mano de obra para la agricultura. Entonces se decía que la fábrica de penicilina que luego se instaló en Aranjuez, se quería instalar en nuestro pueblo, y después también fracaso la llegada de la fábrica de galletas Cuétara, que se instaló en Villarejo, para la que se llegaron a expropiar varias fincas. Pero todas estas circunstancias no pudieron evitar que el éxodo laboral hacia la capital se fuese haciendo cada vez más importante. Por aquellos años empezó a funcionar el "coche de los obreros" de "La Veloz" que salía de Chinchón a las seis y media de la mañana y que volvía de Madrid cuando terminaba la jornada laboral.

También estos años tuvieron una importancia capital en el urbanismo de Chinchón. Durante los años de la posguerra el casco urbano se había ido deteriorando. El aspecto del pueblo era cada vez más deplorable, pero esta circunstancia permitió que en Chinchón no se cometiesen las agresiones urbanísticas que se estaban produciendo en la mayoría de los pueblos de España, donde el progreso y la bonanza económica producían un crecimiento incontrolado no siempre unido al buen gusto y a la racionalidad.

El Centro Parroquial "Club Santiago"


Esta circunstancia fue la que, a la larga, potenció el turismo amparado en la cercanía con la capital y una conservación arquitectónica que había mantenido la esencia de pueblo castellano que parecía rescatado del pasado, y que permitiría después una rehabilitación supervisada por las autoridades del Patrimonio Nacional, lo que contribuyó a que el casco urbano de Chinchón fuese declarado, en 1974, Conjunto Histórico Artístico por el Consejo de Ministros; una de las causas que contribuyeron al apogeo del sector hostelero y turístico, que hace de Chinchón uno de los destinos más conocidos, tanto a nivel nacional como internacional, definiéndose la Plaza de Chinchón como "uno de los más valiosos ejemplos de plazas españolas, genuina representación de arquitectura popular".

En el año 1967, la Dirección General de Arquitectura, Sección de Ciudades de Interés Artístico Nacional, aprueba una remodelación integral de la plaza de Chinchón, y de la fachada de la iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción. Las obras duran varios años bajo la dicción de D. Miguel Ángel García Lomas, que después fue Alcalde de Madrid, y a quien se le concedió el "Ajo de Oro" de la Asociación de Amigos de Chinchón, en el año 1971.

Continuará....

jueves, 15 de septiembre de 2016

CHINCHÓN EN LA POSGUERRA.XIV (MEMORIA HISTÓRICA)

CAPÍTULO XIII: PROTAGONISTAS.


Personas casi anónimas. Que posiblemente nunca aparecerán en ninguna historia ni en los anales oficiales de nuestro pueblo. Fueron, sin embargo, los actores, casi desconocidos, de una época que, he considerado, son merecedores de aparecer en estas memorias.
En esta fotografía, ya de mayores, podemos ver a algunos de estos protagonistas de los que hablamos en este capítulo.


En los distintos capítulos que hemos recorrido, han ido apareciendo personas y personajes, de mayor o menor importancia, como protagonistas de lo que allí se iba narrando. Pero he pensado que había muchas más personas que también se merecían aparecer en estos recuerdos de una época que conformó la posguerra en Chinchón y por ello, he considerado oportuno añadir este capítulo que he titulado como aquel conocido programa radiofónico que se iniciara en el año 1969 y que hizo famoso Luis del Olmo: Protagonistas.

Y para iniciar esta relación de nombres, nadie mejor que don Pedro González Montero. Don Pedro, el médico. Fue, posiblemente, el último médico rural. Él nos trajo al mundo a la mayoría de los que también hemos protagonizado esta época de la posguerra. Vivió en la calle del Santo, y allí tenía su consulta y desde allí salía todos los días para hacer las visitas a los enfermos; visitas que iba repitiendo hasta que les daba de alta, sin necesidad de que nadie se lo recordase.

Con fecha 26.9.1969, el Ayuntamiento de Chinchón solicitó al Ministerio de Trabajo la concesión de la medalla al mérito al trabajo para don Pedro con motivo de su jubilación y haber desarrollado toda su carrera profesional en Chinchón. Concesión que con fecha 16 de marzo de 1972 ratificó La Dirección General de Sanidad.

Coetáneo suyo fue también el médico don Marcial Fernández Sancho, que vivió en la Cuesta del Hospital y también atendía a los pacientes en su casa, porque entonces no había consulta oficial. Después llegarían don José y don Patricio, pero eso fue mucho después, cuando se suscitó una gran polémica con motivo de las "igualas", lo que se llegó a conocer entonces como "guerras médicas".

Don Enrique Fernández Sancho, hermano de don Marcial, era el veterinario del Partido Judicial y tenía el herradero para las mulas en la calle de la Tahona, donde colaboraba también Jesús Gómez Barros, que era el hijo de don Antonio, del anterior veterinario. Después vendría don Eduardo Polo Lozano, pero entonces ya existía el matadero municipal en San Roque.

Ya hemos hablado de los curas, de los alcaldes y de los maestros, pero durante este tiempo también hubo otras organizaciones oficiales como la Hermandad Sindical del Campo de la que fueron presidentes Jesús del Nero y Francisco Medina, y donde trabajaron Tomas Serrano y Federico Vega, que después sería el director de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid.

La Comunidad de Regantes fue otra institución que tuvo mucha importancia en aquella época, cuando la agricultura era la principal fuente económica, y que se ocupaba de vigilar los turnos de riego y organizar la limpieza de caces y caceras de la vega. Fueron sus presidentes en el tiempo que nos ocupa, Jesús del Nero, Julio González Pelayo y Antonio Torres.

Durante muchos años fue el Banesto la única entidad bancaria de Chinchón y don Joaquín Arellano, su director, a quien sustituyó José López y donde trabajaban el señor Álvarez, el cajero; Clemente Montes, Jesús Villalobos,Carlos Lozano y Miguel Gallegos. Luego llegaría la Caja de ahorros con Federico Vega, Manuel Carrasco y José Castillo.

Antonio Castillo Roldan era el Oficial de la Notaria que estaba en la Plazuela de Palacio. Durante este tiempo fueron varios los notarios titulares, pero aquí, quien te solucionaba cualquier gestión era Antonio Castillo que después fue nombrado también, Juez de Paz.

Algo parecido sucedía con el Registro de la Propiedad, donde los registradores titulares solo venían a firmar. Al frente del Registro estaba don Pedro Castell, ayudado por su hijo Pedro, por Juan Colmenar y por José Gallegos. Como se comentará después, el Registro se trasladó a Aranjuez y a Arganda del Rey. En el caso de los Juzgados, los empleados públicos no se trasladaban a Chinchón para trabajar, y parte de su sueldo se lo pagaban a sus “sustitutos”, como Eduardo Nieto, Juan Susiac o Miguel Ángel Gállegos; con la única excepción de Joaquín Palao que vivía con su mujer Paquita y su hijo en una vivienda en junto al Juzgado.

Aquí estaban el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción hasta su traslado a Aranjuez y uno de sus últimos jueces fue don Félix Ochoa Uriel y el secretario don Manuel Molina de Sandoval.

En el Juzgado Comarcal, uno de sus Secretarios era el Sr. Honrubia que vivió en la cuesta de la Torre, y hacía veces de Agente Judicial el tío Fausto que vivía frente al Juzgado, en la Calle de los Huertos. Recuerdo que era el encargado de subir a la iglesia el libro de familia cuando se celebraba una boda, porque, entonces, se reconocía como único matrimonio válido el canónico y el civil era sólo un trámite sin valor hasta que no se celebraba el religioso. Él además, se dedicaba a poner cristales, por aquello de que en esos tiempos no había más remedio que buscarse el sustento como cada uno podía.

También podemos recordar a los empleados públicos que trabajaban en el Ayuntamiento. Entonces con solo dos guardias como se llamaba entonces a los policías locales, eran suficientes para mantener el orden que difícilmente se rompía. José Magallares y Luis Vega, que tenían su vivienda en el edificio de la cárcel y del juzgado, lo que actualmente el Parador de Turismo, se repartían las tareas de vigilancia y mantenimiento del orden. Después también recordamos a Aniceto, José María, Manolo y Pepe Manquillo.

Estaban también los "consumeros", es decir, los empleados de la Oficina de Abastos y Consumo, que estaba en los bajos del Ayuntamiento y eran los responsables del control sanitario y del abastecimiento de los productos, sobre todo durante la época del racionamiento.

Entre los funcionarios de la administración del Ayuntamiento, recordamos a Enrique Asensio y a Juan Susiac, así como a Bonifacio Paris, que era el alguacil y que también desempeño el cargo de bibliotecario.

Luego estaban los funcionarios encargados de los servicios, como la limpieza, el suministro de agua, el alumbrado, etc. etc. que eran conocidos como "los de la Mojona", porque eran los que habían continuado con los trabajos de los que anteriormente se habían hecho cargo los empleados de la Sociedad de Cosecheros, conocida como "La Mojona". Está en nuestro recuerdo José Tolmos Salas, -el tío Pepe el de las aguas- que era el capataz de vías y obras del Ayuntamiento, y que durante muchos años se encargó de coordinar a todos los empleados. El 28 de marzo de 1961 se solicitó para él la Medalla al Mérito al Trabajo que le fue concedida al final de su vida laboral.

Para terminar este recuerdo a los empleados municipales, nombrar al Pregonero, del que ya hemos hablado, y que vivía en la casa junto al Ayuntamiento, y a los serenos que nos anunciaban la hora y el estado del tiempo durante la noche:

¡¡¡Las tres, y sereno….!!!

Pero además hubo otras personas particulares que también de distinguieron por su contribución a diversos aspectos de la vida social, cultural y económica de Chinchón.

Podemos recordar a don Narciso del Nero Carretero, que hizo una importante labor de recopilación histórica, junto al que fue secretario del Ayuntamiento don Paulino Álvarez Laviada. Rescataron, organizaron y custodiaron multitud de documentos que ahora son la base del Archivo Histórico, y nos dejó varias obras históricas, sobre todo "Chinchón desde el siglo XV" en el que recoge datos que han sido fundamentales para los estudios posteriores de otros historiadores. Además colaboró en la reacción de la Revista Vida, de los años 50, y formó parte de distintas comisiones para dinamizar la vida cultural y social del pueblo, como el homenaje que se hizo a la Virreina del Perú.

Otra persona que también se distinguió por su colaboración en todas las iniciativas que se organizaron en Chinchón durante este tiempo fue don Mateo de las Heras Susiac. Procurador de los Tribunales e industrial, fue un minucioso recopilador de información de todo lo que ocurría en nuestro pueblo. Gracias a sus notas se pudo redactar el libro "Toros en Chinchón" de Sánchez Vigil y Carlos Alonso, que recogen toda la información de los festivales taurinos que Mateo de las Heras había ido elaborando pacientemente de año en año. Participó en la redacción de las revistas Vida y Fuentearriba y colaboró en la organización de eventos culturales, religiosos, sociales y promocionales de Chinchón, como la Comisión organizadora del Festival Taurino de Chinchón en colaboración con Julio Aparicio. Escritor y poeta, nos dejó un pequeño librito de poesía titulado "Algunas poesías de toda una vida" en las que recoge costumbres
de aquellos años.

Alfredo Rodríguez Freyre, también se distinguió por su labor literaria y cultural. Colaborador de las revistas Vida y Fuentearriba en sus tres etapas, es también el autor de los textos de las "Aleluyas Chinchonetas" que dibujo Manolo Gómez- Zía, el “Peregrino”.

Y no podemos olvidar a Gonzalo Jiménez Manquillo. Era labrador; le recordamos de pequeña estatura y con sus gafas de pasta de gruesos cristales, por la calle de Morata con las caballerías camino de la casa de don Victor Camacho, donde era el hombre de confianza. Pero además, cosa poco usual, Gonzalo era poeta. En versos sencillos supo cantar a su pueblo, sus gentes y sus costumbres, colaborando también en las distintas publicaciones que se hacían en Chinchón.

Petra Ramírez.


Petra Ramírez Álvarez de Miranda, fue la primera mujer concejal en el Ayuntamiento de Chinchón. Fue la responsable durante la posguerra de la Sección Femenina y fue la encargada de poner en marcha la Biblioteca de Chinchón, por lo que después se le dio su nombre.

También tenemos que recordar que el 18 de mayo de 1966, el Ayuntamiento concede el título de Hijo Predilecto al General Jefe de la Región Aérea Central, D. José Galán Guerra. Con fecha 4 de Junio se organiza la entrega de la distinción y un homenaje popular. El General Galán, como era conocido aquí, siempre se ocupó de que los quintos de Chinchón tuviesen un servicio militar más cómodo, y así muchos de nosotros hicimos la mili en el Ministerio del Aire. También recordamos que por su intervención, en las Fiestas de San Roque, del año 1968 actuaron en la Plaza “Los Pekenikes”, ofreciendo un concierto multitudinario, que todavía se recuerda porque entonces eran el conjunto más famoso de España.

En aquellos tiempos, para las autoridades, no estaban demasiado bien vistas las organizaciones o asociaciones, que podríamos llamar "no gubernamentales".

A finales de los 60 se crea la Asociación de Cabezas de Familia presidida por Francisco Grau Simó. De esta Asociación nace la iniciativa de la promoción del Colegio Libre Adoptado, donde los jóvenes de Chinchón pudieron hacer el bachillerato sin necesidad de desplazarse a Madrid, como había ocurrido hasta entonces.

En el año 1970 se crea la Asociación de Amigos de Chinchón, promovida por Manuel Carrasco, Jesús García y Pilar Montero, a la que después se unen Mateo de las Heras, Alfredo Rodríguez y Pablo Fernández-Sancho que sería nombrado presidente. Se crea la distinción del "Ajo de oro" que se concede anualmente a la persona que se habían distinguido en favor de Chinchón, y en ese año se conceden los primeros galardones a Marcial Lalanda y Julio Aparicio.

Unos años después, a iniciativa de José Luis Magallares, Antonio Macías y Manuel Carrasco se crea la Asociación de Padres de Alumnos del Colegio Público Hermanos Ortiz de Zárate, para colaborar en la labor docente del Colegio.

También es oportuno recordar a Narciso García Ortego como el primer promotor turístico de Chinchón al frente de La Granja, que después sería Venta Reyes y las Cuevas del Vino, creador del slogan "Chinchón: Anís, plaza y mesón". Después le seguiría Tito Clemente con la Virreina y Jesús Hernández con el Mesón Quiñones, hasta llegar a la actual oferta gastronómica de la que hoy disfrutamos en Chinchón.

Y ya para terminar, nuestro recuerdo para algunos personajes que entraron a formar parte de nuestro imaginario en aquellos años.

¿Quién no recuerda al Ochoa? Todos los días, con su carretilla y su cachimba estaba puntual en la plaza para recoger los bultos que llegaban en el coche viajeros y después repartirlos a sus destinatarios.

Chinchón empieza a ser conocido y visitado. Luis Buñuel con Carlos Saura visitan la plaza y el Castillo de Chinchón, y de esta visita se conservan varias fotografías que el propio Carlos Saura se ocupó de publicar.
En la plaza, delante del despacho de las Destilerías de Luciano Sáez y del Bar “Mi Rincón”,  “Colegial”, en primer plano,  se acerca a ellos para pedirles una limosna.

También ocupa un lugar importante "Colegial". Era ya entonces un hombre mayor. Inválido de las dos piernas, se desplazaba encima de una plataforma de madera con rodamientos, que empujaba con sus manos que iban protegidas por unos refuerzos de goma. Se le podía ver en la plaza, junto a la subida del Barranco. Allí pedía limosna a los que pasaban y nos decían que tenía muy mal genio, cosa no extraña si tenía que soportar las impertinencias de los niños, que ya se sabe que suelen ser muy crueles con los que tienen alguna minusvalía.

También podemos tener un recuerdo para Jesús “el taquillero” y para Manquillo, el encargado de la proyección de las películas de cine. Él era, además, el encargado de la “cesura”, y desenfocaba la imagen, cuando algunas escenas podían “herir” la sensibilidad de los espectadores. Entonces, entre silbidos del respetable se oía en la sala:

¡¡¡Encuadra, Manquillo!!!

Y para finalizar este recorrido por las personas que son dignas de nuestro recuerdo, no podríamos poner mejor broche que mencionar a dos monjitas del Asilo de Ancianos de San José: Sor Primitiva de la Encarnación Cañigral y Sor Antonia de la Asunción Viladomat. El 22 de febrero de 1958, a solicitud del Ayuntamiento de Chinchón, se les concede la Cruz de Beneficencia con distintivo blanco, haciéndoseles la entrega a las religiosas con fecha 19 de marzo de 1958. Sor Primitiva y Sor Antonia, no solo se ganaron el cariño de los ancianitos de Chinchón, sino también de todo el pueblo, por su abnegada entrega, su simpatía y su amabilidad con todos los que visitábamos el Asilo.

Con el recuerdo de todas estas personas, nuestra memoria de aquella época ha tomado cuerpo y cara. La cara y la personalidad de todas estas personas con las que convivimos y que de alguna manera también han formado parte de la memoria colectiva de Chinchón.

Continuará....

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Canta: María Antonia Moya. 1986.Para escucharlo,pinchar en la imagen.

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