Cuando le ofrecieron a Eduardo Carretero hacer un monumento a los fusilados en Granada durante la Guerra Civil, él siempre indicó que el monumento debía ser un símbolo de la reconciliación de todos los españoles y un recuerdo de lo ocurrido, para que nunca más volviese a suceder.
Y presentó el boceto de lo que iba a ser el monumento. Alguien lo tituló como "La piedad" y así se han referido a este boceto desde su presentación en el Ayuntamiento de Granada.
El título ha debido llevar a confusión a algunos, que sin duda no habrán visto el boceto, y han interpretado que lo que se representaba era "La Piedad" como icono religioso, y hay quienes lo han llegado a comparar con la Piedad de Juan de Ávalos en Cuelgamuros y hasta con La Piedad de Miguel Angel.
Desde mi punto de vista hace falta mucha imaginación para encontrar algún parecido formal con estas dos esculturas, aunque la idea del escultor era la de mostrar "la piedad" y el "sufrimiento" de las madres y familiares de los asesinados.
Es pues una "piedad láica". Si en la religiosa aparece la Virgen María con su hijo, una víctima inocente que había muerto crucificado, que era la forma de "fusilar" en aquellos tiempos, en la de Eduardo Carretero, aparecen madres, hermanas e hijas de otros inocentes fusilados, que era la forma de "crucificar" allá por los años 1936 a 1939 en España.
Para que puedan formar su propio criterio, les adjunto dos fotografías del boceto, tomado desde dos perspectivas, y les trascribo un artículo de Mari Luz Escribano Pueo, publicado en el Ideal de Granada, que, creo, centra la idea del Monumento.
EDUARDO CARRETERO EN GRANADA
En embajada de paz y concordia, Eduardo Carretero ha dejado los altos alcores de Chinchón en los que tiene su estudio, para llegar hasta Granada y hacernos a todos los granadinos el regalo de su sabiduría. Sobrevolando acendrados rencores y enfrentamientos inútiles, y respondiendo, de alguna manera, a mi pública petición de un jardín para dos mil cuatrocientos muertos en el cementerio de Granada durante la guerra civil de 1936, ha llenado con el ocre de la arcilla sus manos de escultor para construir un boceto, un proyecto de conjunto escultórico, que se convertirá en lugar de encuentro, reflexión y oración, para recordar a todos aquellos inocentes que cayeron bajo balas rebeldes en un tiempo plagado de desgracias. El proyecto, que tendrá la magnitud adecuada, ejecutado en bronce, con una altura de dos metros quince centímetros por tres metros de longitud y situado en el lugar adecuado en el recinto del cementerio, quiero creer que servirá como eficaz lenitivo a tanto dolor como sentimos y hemos estado padeciendo, todos aquellos que nos quedamos huérfanos de padres, maridos, hermanos, primos etc. etc. Ausencias que nunca habían sido reconocidas públicamente, una vez instaurada la democracia, ni por autoridades nacionales ni por políticos autonómicos. Y aquí quiero recordar, para despistados o atrabiliarios, que en Andalucía hemos tenido, durante muchos años, un gobierno autonómico de pregonado, aunque dudoso, talante progresista, socialista para más señas, que nunca se ha preocupado ni ocupado de nuestros muertos. Es decir, de todos aquellos que, republicanos o no, progresistas, independientes, cayeron víctimas de la vesania o los rencores que siempre subyacen en una guerra civil.
Quiero creer, porque lo necesito, que el gesto generoso de Eduardo Carretero, víctima también de la contienda, va a tener la trascendencia y la comprensión de todos los que nos hemos sentido incomprendidos y postergados con tanta ausencia y tanto silencio, tanta ignorancia y desentendimiento. Tiempo tuvieron los que nos han gobernado, y siguen haciéndolo, para hacer justicia con nuestros muertos. En todo este largo tiempo de silencio, pareciera que solamente ha habido un solo muerto que es el que más se pregona e instrumentaliza por parte de organizaciones y autoridades. He de decir que son muchos más los que derramaron su sangre inocente por cunetas y pozos y por fosas comunes, sabiamente ocultadas y borrada toda huella en la época dictatorial y nefasta de la dictadura franquista. La fosa común del cementerio fue, primero, quemada y después expoliada hasta no dejar pistas. La tapia de los fusilamientos, en la que se ha pretendido, sin éxito, poner un plaquita conmemorativa en varias ocasiones, no es tal. La tapia mencionada, con el correr de los años, ha desaparecido con la ampliación del recinto cementerial y, por consiguiente, son innecesarios los gestos engañosos o los que quieren ser noticia para seguir manipulando el dolor que ha supuesto el silencio de años para muchos que, todavía, y a pesar del tiempo transcurrido, más de siete décadas, queremos seguir levantando un altar de honor y también de concordia, para tanta sangre inocentemente derramada y para tanta lágrima escondida, tantos ojos incendiados, tanto mutismo innoble, tanta podredumbre soportada con la infinita paciencia de todos los que, de una manera o de otra, perdimos una guerra que significó sangre e injusticias, desdenes y sometimientos, abusos y tropelías.
Ahora, ya, cuando el monumento creado por el gran Eduardo Carretero, sobrevuele los aires de Granada, tendré un lugar para dirigirme y llorar por un padre muerto y que no pudo acunarme más que ocho meses de mi vida. También para llevar unas flores y rezar por la concordia y el buen entendimiento de todos. Las vidas deshojadas de los que cayeron bajo la ignominia y la locura, nos deben transmitir a todos un sentimiento de paz. No podemos consentir que una guerra fratricida, después de setenta años, nos siga dañando y nos enfrente. Y esta creo yo que ha sido la bondadosa intención de Eduardo Carretero al elaborar su Piedad. Espero que ante ella todos nos demos la manos. Esa es la lección que tenemos que dar ahora nosotros: amigos y hermanos en la desgracia siempre.
Terminaré con los versos republicanos de una canción mejicana:
Si es que yo miento
que el cantar que yo canto lo lleve el viento.
Ay, que desencanto,
si el viento se llevara lo que yo canto.
¡ULTIMA HORA!
El Ayuntamiento de Granada, según publica su página web, en el Pleno celebrado con fecha 28 de mayo de 2010, aprobó el expediente de concesión de la Medalla de Oro al Mérito por la Ciudad al escultor Eduardo Carretero Martín.
(Expte. 29/2010).