El 13 de diciembre de 1474 Isabel de Trastámara es proclamada Reina, con el nombre de Isabel I de Castilla. Estaba casada con Fernando de Aragón, pero no fue hasta 1479, al terminar la guerra de sucesión en la que su sobrina Juana les reclamaba el reino que debería haber heredado de su padre, cuando el Reino quedo pacificado.
En todos estos acontecimientos, para conseguir el trono de Castilla, tuvieron una intervención decisiva don Andrés de Cabrera, Alcaide del Alcázar de Segovia y su esposa doña Beatriz de Bobadilla, fiel amiga de la Reina.
Por eso, solo unos meses después de terminada la guerra, los monarcas quisieron "premiar" los servicios prestados a sus súbditos y amigos, y les concedieron el título de Marqueses de Moya y también el Señorío de Chinchón, para lo cual tuvieron que segregar este Señorío de las tierras de Segovia, a pesar de haber jurado que nunca lo harían. Era el año 1480.
Entonces el sitio de Moya era un lugar amurallado prácticamente inaccesible, que los nuevos marqueses terminaron de fortificar y donde construyeron su fortaleza. Simultáneamente estaban construyendo las fortalezas de Odon y Chinchon, donde también construyeron un lujoso palacio.
Todo esto demuestra la alta alcurnia de los nuevos marqueses y su gran poder económico.
Chinchon dista unos doscientos cincuenta kilómetros de Moya y unos ciento cincuenta de la Ciudad de Segovia; donde también tenían su Palacio. En estos tres sitios tenían su residencia, aunque fue en Segovia donde más tiempo permanecían para estar cumpliendo sus deberes como fieles servidores de los Reyes, sus amigos y protectores.
Quinientos treinta y cinco años después he visitado aquel Sitio de Moya. Pero ahora allí sólo quedan las ruinas de lo que fue aquella imponente fortificación.
Acompañado por gran parte de mi familia política que lleva el apellido de aquellas tierras, y guiado por un gran conocedor de su historia y de sus gentes, mi amigo Regulo Algarra, visitamos aquellas ilustres ruinas una soleada y calurosa tarde de principios de este verano.
Las tierras de Moya están enclavadas en una zona bastante deprimida de la provincia de Cuenca, donde solo viven en la actualidad unas 50 personas, aunque en verano su población puede llegar a los cuatrocientos habitantes que se reparten en cuatro asentamiento o barrios distribuidos en varios kilómetros alrededor del antiguo asentamiento que hoy está totalmente deshabitado y con una accesibilidad difícil, teniendo que hacer a pie los últimos metros para alcanzar la fortificación.
Esta tiene un perímetro de más de 700 metros, circundado por murallas en ruinas y un acantilado con un gran desnivel que ha salvaguardado durante siglos este sitio de Moya.
Allí encontramos los restos del castillo que mandaron construir los primeros marqueses y que en la actualidad amenaza ruina inminente.
Moya tuvo dentro de las murallas hasta siete iglesias de las cuales solo una sigue en pie, al haber sido restaurada y donde, nos cuenta Régulo, todavía se suelen celebrar alguna boda de los descendientes de los últimos pobladores del lugar. Otra iglesia esta siendo convertida en un hotel, aunque todavía queda un tiempo hasta que se construyan unos accesos idóneos para su utilización.
Hay un antiguo convento en el que se han realizado algunas obras de mantenimiento y que podría ser, con una costosa rehabilitación, un lugar de alojamiento y de utilización turística, que hoy por hoy, es la única opción plausible para rescatar estas prestigiosas ruinas del olvido y de su demolición definitiva.
Dejamos el Sitio de Moya cuando el sol caía y sus últimos rayos teñían sus piedras con un tono rojizo que parecían rememorar el esplendor de los tiempos ya muy antiguos, cuando los primeros marqueses del lugar y Señores de Chinchón, debieron llegar a este lugar en un verano de aquel año de 1480 cuando los Reyes de Castilla les concedieron tan altas distinciones.
En todos estos acontecimientos, para conseguir el trono de Castilla, tuvieron una intervención decisiva don Andrés de Cabrera, Alcaide del Alcázar de Segovia y su esposa doña Beatriz de Bobadilla, fiel amiga de la Reina.
Por eso, solo unos meses después de terminada la guerra, los monarcas quisieron "premiar" los servicios prestados a sus súbditos y amigos, y les concedieron el título de Marqueses de Moya y también el Señorío de Chinchón, para lo cual tuvieron que segregar este Señorío de las tierras de Segovia, a pesar de haber jurado que nunca lo harían. Era el año 1480.
Todo esto demuestra la alta alcurnia de los nuevos marqueses y su gran poder económico.
Quinientos treinta y cinco años después he visitado aquel Sitio de Moya. Pero ahora allí sólo quedan las ruinas de lo que fue aquella imponente fortificación.
Acompañado por gran parte de mi familia política que lleva el apellido de aquellas tierras, y guiado por un gran conocedor de su historia y de sus gentes, mi amigo Regulo Algarra, visitamos aquellas ilustres ruinas una soleada y calurosa tarde de principios de este verano.