Anoche me acosté pronto a pesar de que mis nietos no paraban de dar la lata por la tardanza de la llegada de los Reyes Magos. Como me viene sucediendo últimamente se me caían los párpados y parecía que tenía arena en los ojos; el caso es que me fui a la cama casi a la misma hora que todos los días.
Pero no me podía dormir. Por el balcón entraba demasiada luz y hasta me parecía que esa noche las estrellas brillaban un poco más, y eso que sin gafas no veo mucho más allá de mis narices.
El caso es que estaba a punto de desvelarme del todo cuando me pareció oír unos ruidos en la calle. Por mi calle y en invierno casi no pasa nadie y más si hace tanto frío como hacía anoche. Me pareció que hasta oía unos cascos de caballo y que alguien trepaba por la ventana del primer piso hasta encaramarse a la barandilla del balcón.
Lo siguiente fue que una sombra muy grande se iba convirtiendo en una silueta que se acercaba cada vez más a los cristales del ventanal.
Me dijo que era Melchor, pero a mí me pareció mucho más joven. No traía corona porque me dijo que desde el año pasado los Reyes de Carmena había marcado tendencia y ya se había eliminado mucha parafernalia; y me pregunto qué es lo que yo les pedía a los Reyes, porque no le constaba que yo hubiese mandado mi carta.
Le dije que nada; que yo ya no necesitaba nada. Que mejor, se lo llevasen a los más necesitados.
Me dijo que bueno, pero que en el balcón me dejaba unas pocas ilusiones, que suelen venir bien para los que ya estamos cargados de años.
Le di las gracias y se marchó si hacer demasiado ruido. Yo creo que ni mi mujer ni mis nietos se enteraron de nada.
Al día siguiente me levante muy temprano y allí estaban; un puñado de ilusiones a estrenar.
Es posible que me duren para todo el año.