EL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD.
Las calles de la gran ciudad empezaron a iluminarse. Miles de bombillas se iban encendiendo formando arcos ojivales, fuentes luminosas y grandes hojas de acebo. Un sol pálido se iba ocultando entre las blancas nubes del horizonte, mientras empezaban a caer unos grandes copos de nieve que amenazaban con cuajar en los arboles del parque y en los techos de los coches aparcados a lo largo de las calles. En la lejanía se podía oir los alegres cantos de un grupo de niños que se acompañaban con una pandereta, mientras buscaban el acogedor refugio de sus casas. Todos, por las calles, apresuraban sus pasos, cargados de vistosos paquetes, como si ese día tuviesen más prisa que de costumbre. Las chimeneas despedian espesas humaredas y en el ambiente se mezclaban apetitosos aromas que presagiaban viandas suculentas. En todas las casas se organizaba la Cena de Navidad.
Hacía muchos años que la paz reinaba en todo el mundo. Ya no quedaban paises pobres. Hasta en la casa más humilde de Somalia se estaba preparando una cena expléndida.
Desde hacia unos meses todas las cadenas de televisión anunciaban los productos navideños: el turrón, los dulces, los juguetes maravillosos que los niños habían pedido ya a Papá Nöel.
Todas las calles de las ciudades, y aún de los pueblos más pequeños brillaban cuajadas de luces multicolores.
En todo el mundo se respiraba un ambiente de felicidad. Desde hacía varios lustros ya nadie hablaba de guerra. Tan sólo algunos abuelos contaban a sus nietos que en sus tiempos había paises en que luchaban unos contra otros, no se sabe muy bien por qué incomprensibles motivos.
Hacía mucho tiempo que las gentes de todo el mundo eran felices. Tenían de todo, las máquinas ayudaban en los trabajos más pesados y sólo había una obligación universal: ¡ Ser felices !
Eran las nueve y media de la noche del día de 24 de diciembre, en todos los hogares se habían sentado a la mesa lujosamente engalanada y repleta de exquisitos manjares, delante de grandes televisores donde se anunciaban interesantísimos programas especiales para celebrar las Navidades.
De pronto, todos los televisores quedaron totalmente mudos y desapareció la imagen, permaneciendo en las pantallas un color azul luminoso. Inmediatamente en todas las casas se empezó a hacer "zapping", pero en vano; en los 257 canales había ocurrido lo mismo... pasaron unos minutos... se miraban unos a otros sin saber qué hacer... se asomaron a las ventanas y en todas las casas se notaba un movimiento ilógico que hacía presagiar que la avería era general. A alguien se le ocurrió conectar un transistor, pero tampoco había sonido.
En la casa del vecino de enfrente había una situación similar, y aseguró:
- Sin duda es una averia en la estación de telecomunicaciones de Saturno, porque es impesable la posibilidad de un sabotaje.
Los teléfonos sí funcionaban y pronto llegaron al convencimiento de que estaba ocurriendo lo mismo en todo el planeta. Incluso en la Plataforma experimental de Marte se había perdido el contacto por televisión y sólo podian comunicar por los arcáicos sistemas de la fibra optica.
El presidente de los Estados Reunidos de América descolgó el teléfono rojo que le comunicaba instantaneamente con los Presidentes de la Confederación de Paises Euro-africanos, de la Federación asiática y de los Estados Australes. Ninguno supo dar una explicación a lo que estaba ocurriendo y a todos les recorrió como un escalorfrio ante la posibilidad de una vuelta a las antiguas amenazas de un terrorismo ya olvidado.
Nadie se atrevia a empezar a comer. Habría pasado como una hora y de pronto empezó a sonar una tenue melodia... al principio como un susurro... y las pantallas fueron cambiando de color: rosa, verde, amarillos, otra vez azul... Poco a poco la melodia se fue haciendo reconocible...
- ¡ Es noche de Paz!...
- Sí, ¡ Es noche de Paz!
Luego, se fue dibujando una silueta en la pantalla; al principio muy difusa, luego más clara, al fin totalmente nítida. Era un niño de cabellos rubios y unos ojos de color azul clarísimos.
- Soy el Espíritu de la Navidad, dijo, y estoy muy triste, porque aunque todos habeis conseguido la paz y el bienestar, aunque ya nadie pasa hambre en estos días, aunque todos decís que sois felices; nadie, nadie en el mundo ha tenido un recuerdo para el niño que hace 2240 años nació en Belen...
Por favor , cantad conmigo:
- ¡ Noche de Dios, Noche de Paz, claro sol....