1.- Una corbata de seda italiana, un frasco de agua de colonia, un cartón de tabaco rubio, un bolígrafo de punta fina y un encendedor recargable, un libro de un escritor desconocido del que se ha hecho una película, una caja de pañuelos y una camisa de manga corta…
Sí, son los Reyes Magos, pero no me gustan los regalos y, además, ya hace mucho tiempo que deje de de fumar.
2.-Llegó a la Plaza Mayor y las luces de colores parpadeaban entre repiqueteos de panderetas y olor a castañas asadas. Los abetos, amputados de sus bosques, lloraban con lágrimas de purpurina, y el musgo empezaba a sentir la fría sequedad del asfalto.
Las figuritas de barro formaban batallones de pastores en son de paz y rebaños de ovejas "dollys" cansadas de sus pastos de aserrín. Estrellas de cartón forradas en papel de plata se movían en círculos sin marcar ningún camino a los reyes de resina con camellos cargados de ilusiones rotas para mayores descreídos.
Llegó a la Plaza Mayor, pero no reconoció la Navidad.
3.-Su calle era la más importante de la ciudad. Tenía la mayor concentración de joyerías de todo el mundo. Se había llegado a pagar nueve mil euros el metro cuadrado.
Hoy, víspera de Reyes, la afluencia de público colmaba las más optimistas expectativas de todos los comerciantes. Eran las tres y cuarto de la madrugada y ya sólo algunos peatones, cargados de paquetes, corrían hacia los aparcamientos, mientras poco a poco se iban apagando los escaparates y se terminaban de cerrar todas las puertas de las tiendas.
Con las manos metidas en los bolsillos de su zamarra miró a un lado y a otro de la calle; ya no había nadie. Sacó los cartones de un rincón, los tendió junto a la puerta del banco y se arrebujó en su vieja manta después de echarse un buen trago de ginebra. Esta noche no tardó mucho en dormirse.