Hace ya tanto tiempo que me prejubilé que apenas si ya me acuerdo de mis tiempos laborales en la banca; tanto que apenas si reconozco la política actual de las prácticas bancarias, sobre todo en la atención del cliente. Entonces nos decían que lo importante era el cliente, y aunque no era del todo verdad, nosotros nos lo creíamos y se atendía bastante bien a la clientela.
Otra de las cosas que nos decían era que había que crecer, y en los objetivos anuales siempre se contemplaba un crecimiento en un porcentaje cada año más elevado.
Había que crecer en depósitos, en préstamos, en clientes, en número de oficinas, en beneficios y hasta en número de empleados y en recursos, aunque en estos dos últimos, un poco menos, porque eso suponía más gastos y lo importante, ya entonces, eran los beneficios, que eso sí que eran sagrados.
Aunque oficialmente se hablaba de planificación a largo plazo, lo importante era lo inmediato, los resultados a corto plazo, crecer este año para seguir creciendo al año siguiente y así hasta que aquello saltase por los aires. Lo que en la realidad no era nada más que una huida hacia adelante.
Y es lo que ocurrió. Y llegaron las jubilaciones anticipadas, el cierre de oficinas, las fusiones, y la situación actual en la que ya se dice sin ningún pudor que lo único importante son los beneficios y todo lo demás, incluidos los clientes, es circunstancial.
Y aquel desaguisado, aquel ansia de crecer y crecer, llevó a muchos a la quiebra que pagamos todos los españoles, porque ya se sabe aquello de “socializar las pérdidas y privatizar los beneficios” que dice la filosofía liberal.
Y nadie entonces se acordó de aquello de llegar al umbral de la ineficacia y se crearon gigantes con pies de barro, que solo sirvió para que muchos desaprensivos hicieran su agosto en medio de una corrupción plagada de “tarjetas black”.
Pero ya digo que han pasado ya tantos años desde entonces que ya si apenas entiendo de este negocio.
Lo que habría que preguntarse es si los actuales responsables de la dirección bancaria saben a donde van, o lo que es más importante, saben a donde llevan a la economía, porque lo que sí está claro es que año a año van creciendo sus beneficios y no parece que estén dispuestos a contribuir al bien común, con un poco más de impuestos.
Porque para ellos, ahora como entonces, lo importante es crecer y crecer... en beneficios.