A Hipólito Julian le dotó la naturaleza de una gran capacidad de observación, deducción lógica, espíritu innovador, una cierta habilidad manual y espíritu inquieto, que son las cualidades necesarias para llegar a ser inventor.
Poli, como todos les conocían, sin saber muy bien si su nombre era Policarpo o Hipólito, pronto empezó a mostrar sus habilidades, y de muy pequeño inventó una cuchara con puntas para comer los alimentos sólidos, aunque poco después descubrió que ese artilugio ya estaba inventado y lo llamaban tenedor.
Pero lo que la naturaleza no le otorgó fue el don de la oportunidad, y pronto se dio cuenta que todos sus inventos realmente no servían para nada; vamos que eran más bien inútiles, y apenas si alguno llegó a comercializarse.
Inventó un timbre insonoro para casas sin puertas y con las cerraduras oxidadas, que llegó a venderse muy bien, un peine sin púas para hombres con alopecia precoz, y un silbato solo para pitar penaltis injustos, entre otros muchos que no encontraron financiación.
Sin embargo fue muy comentada una aguja sin ojo, por donde era imposible que pasase un camello, y que era la más apropiada para dar puntadas sin hilo; que tuvo una gran aceptación en la Feria de la mercería que se celebraba en Stuttgart, y que llegó a figurar entre los inventos más innovadores de aquel año.
El se lamentaba de no haber nacido en Estados Unidos, porque decía que allí podría haber emulado al mismísimo Edison, Marconi o, incluso, al británico Alexander Fleming, de haber tenido más apoyo institucional.
También aseguraba que un antiguo ancestro suyo fue el inventor de la rueda que tanto había contribuido al progreso de la humanidad, aunque desgraciadamente no se conocía su nombre para inscribirlo entre los inventores más famosos de la historia.
Cuando fue mayor y se casó, su casa parecía un museo de trastos inservibles, hasta que un día su mujer se cansó y le obligó a llevarlos todos al punto limpio de su barrio.
Como sus inventos tampoco sirvieron para ganar el pan de los suyos de cada día, tuvo que dedicarse a la más prosaica ocupación de barrendero, donde siempre encontraba algún trasto al que darle una utilidad, tan inútil como la de todos sus inventos.
Mas, pasado el tiempo, se dedicó al noble oficio de la política. Entonces inventó una urna sin ranura para el referéndum de Cataluña, un micrófono insonoro para mítines sin sentido y una bandera reversible para toda clase de manifestaciones. Así logro escalar hasta los más altos cargos de su partido, donde pudo comprobar que sus ideas inútiles aplicadas a los programas politicos tenían mucho más éxito que sus inventos, aunque fuesen igual de inútiles.