Se
dice en los evangelios (Lucas 15:7) que habrá más gozo en el cielo por un pecador que se
arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento. Es
decir, que hay más satisfacción cuando uno de los que no era de los nuestros
vuelve al redil y se hace como nosotros.
Y esto no
solamente ocurre en el cielo. En la tierra está muy mal visto el esquirol, y
todos se congratulan cuando recapacita y su une a la huelga.
También suele
pasar en la oficina, cuando el becario no deja el trabajo para fumarse un
cigarro y está mal visto hasta que se “acomoda” a las normas tácitamente
establecidas por la costumbre, o sea, hasta que empieza a escaquearse como
todos.
Una
de las motivaciones del ser humano es el sentido de pertenencia. Todos nos
sentimos gratificados cuando vemos cómo los demás se nos parecen, y recelamos
de los “diferentes”, de los que no son como nosotros.
Y
esto no ocurre sólo con los que se sitúan fuera del sistema - con los
delincuentes - dentro de una sociedad
que actúa conforme a la ley, sino también con los que son legales si
están dentro de una panda de bandidos.
El
hombre honrado es un hombre muy peligroso, y más si se atreve a poner en
evidencia a los que no lo son. Entonces éstos no pararán hasta que encuentren
alguna falta, aunque sea mínima, para poder asegurar que todos son iguales.
¿Cómo
se puede atrever a echar en cara lo de la Gúrtel o lo de los Eres, si él
también defraudó a la Hacienda Pública por no pagar el IVA en una reforma que
hizo en su cocina?
Hay
que ver lo contentos que se ponen todos lo corruptos cuando alguno de los que
les critican parece que han cometido alguna irregularidad, aunque sea
insignificante o incluso si la ha cometido alguno de sus amigos o familiares,
que para el caso, tanto da. Y si no se
encuentra nada con que atacarle, siempre se podrá decir que tiene poco pelo,
lleva melenas o que en una redacción del Instituto había defendido la
poligamia.
Y
es que en algunos partidos políticos, como en el Reino de los Cielos, hay más
gozo por un justo que se corrompe que por noventa y nueve antiguos corruptos,
aunque aún no estén imputados, que nunca se arrepentirán.