Hoy es el día de San Isidro y aquí en Chinchón era una fiesta que se celebraba muchísimo, por aquello de que es santo patrono de los agricultores. Ahora es otra cosa, ya se celebra mucho menos, y es lógico, porque hay menos que se dedican al campo y poco a poco se van perdiendo las tradiciones.
Yo soy el caracol... sí al que se ve en primer plano encima de la tapia del lavadero de Valquejigoso. Os voy a contar mi vida, que no es demasiado alegre... y no es porque tenga que ir arrastrándome a todos sitios, sino porque he perdido mucho protagonismo últimamente.
Yo vivía en la vega, pero como enterraron todas las caceras y las cambiaron por tubos, nos destrozaron nuestro hábitat y tuvimos que emigrar.
Yo llegué hasta Valquejigoso, que tampoco es lo que era, pero por lo menos hay algo de humedad y aquí no se vive del todo mal.
Pero lo de la pérdida de protagonismo es porque antes, según me contaban mis padres, éramos muy apreciados por los hombres y nos buscaban para comer con nosotros. No veáis las patatas guisadas que hacían de comida.
Primero se freían unos picatostes, o sea, unos trozos de patatas cortadas en rodajas gruesas, y unos ajetes bien frititos, se ponían en una pámpana de vid, se echaba bien de sal, y era un aperitivo espléndido. Después se hacían las patatas guisadas con un poco de bacalao o de costillas de cerdo, nos echaban a unos cuantos de nosotros, que nos habían cazado en las lindes de las caceras, y dábamos un sabor buenísimo. Y es que los caracoles somos así, nos gusta agradar...
Pero ya digo, ahora ya nadie nos hace caso y nuestro sino es morir aplastados por cualquier coche, a menos que te descuides.
Yo por ahora, vivo tranquilo junto al pilón de Valquejigoso a la sombra de este castaño de indias tan grandes....