Con el tiempo, nuestro mundo se va haciendo, inexorablemente, cada vez más pequeño. Cuando te jubilas vas dejando el contacto con los jefes, compañeros, clientes y proveedores, y tu mundo se va constriñendo a la familia, a un círculo de amigos que también se va empequeñeciendo, a los vecinos y poco más.
Y eso tiene sus consecuencias. El “disco duro” de tu cerebro se va quedando vacío, y para ello sigue un proceso muy peculiar. Se van borrando los datos empezando por los más inmediatos y el espacio vacante se va rellenando por datos antiguos que tú creías que ya estaban olvidados. Y esto ocurre en tu subconsciente, sin que te des cuenta de que está pasando. Y ocurre, a veces, que te encuentras con algún viejo conocido, del que casi te había olvidado y ¡te acuerdas de su nombre! y si es tan viejo como tú, él también se acordará del tuyo.
Y como cada día es más grande la parte no utilizada de la memoria de almacenamiento de tu mente, es necesario procurar ir almacenando más información nueva, para que tu cerebro no se contraiga, cosa que no pasa con los ordenadores.

Hay quien se dedica a editar un blog, confeccionar “power-points” muy bonitos con frases ingeniosas y fotografías expléndidas, y los hay hasta quienes se dedican a pintar y llegan a hacer unos cuadros maravillosos.
Pero también tiene otra consecuencia física. Tu mundo se va reduciendo a tu pueblo, a tu barrio, a tu casa, a tu habitación. Y ves el mundo exterior por la tele, por el ordenador o, como mucho, por la ventana. Por eso, cuando sales de tu mundo y te mezclas con ese mundo exterior que vive en realidades paralelas, ta vas dando cuenta que cada vez lo conoces menos. Montas en el metro y si no es hora punta puedes fijarte en las personas que van entrando al vagón:

El "espacio exterior" está cambiando demasiado... ¿O es que ya no me acordaba?
Fotos: m.carrasco.m