Nadie le había enseñado, por eso Euprepio nunca había aprendido a soñar. Y tardo mucho en descubrirlo. Fue cuando ya tenía por le menos diez años; en el colegio, el profesor explicaba lo de los sueños del faraón, cuando José le descifró lo de las vacas gordas y las vacas flacas. Entonces Euprepio se atrevió a preguntar qué era eso de soñar, ante el regocijo de sus compañeros que se burlaban de su ignorancia en materia de sueños. Como la explicación del maestro no le aclaró sus dudas, tuvo que recurrir a Escolástica, su hermana mayor, que ya con más calma, le explicó que cuando las personas se dormían solían "revivir" imágenes y situaciones que, según ella, se guardaban en el subconsciente. Aunque no llegaba a entender muy bien el lugar donde se guardaban los sueños, se hizo una idea cuando ella le puso algunos ejemplos prácticos.
Pero ni por esas; que él no lograba soñar ninguna noche; y eso que tardaba una enormidad en dormirse buscando en su subconsciente imágenes y situaciones que le gustaría revivir.
Y llego a acostumbrarse a no soñar; aunque procuraba no decírselo a nadie porque le daba mucha vergüenza que los demás conociesen esa carencia de su personalidad.
Y un día, cuando ya Euprepio se había olvidado de su falta de facultad soñadora, sin saber cómo ni por qué, esa noche soñó. Soñó que se había muerto y soñó que estaba muy asustado. Pero por la mañana no se despertó.
Las exequias se celebraron al día siguiente y al entierro acudió todo el pueblo. Todos se lamentaban de lo joven que aún era el pobre Euprepio y lo poco que había disfrutado de la vida; y eso que nadie supo que nunca había sabido soñar.