Mi ya queridísima Olivia:
Quiero, en primer lugar, darte la bienvenida a este diminuto planeta, perdido en el centro de una galaxia y rodeado de estrellas al que llaman Tierra; también hay quienes le dicen “Valle de lágrimas”, y otros, “Jardín de las delicias”; aunque yo creo que unos y otros exageran un poco; si bien hay que reconocer que en los últimos tiempos, este mundo al que tu llegas anda algo revuelto, con tanto lío que se traen los político y por las desigualdades que hay entre sus habitantes, dependiendo si han nacido en el norte o en el sur, si el color de su piel es blanco, cobrizo, negro o amarillo o si son hombres o mujeres. Pero no te preocupes, te lo digo por experiencia, los problemas se irán arreglando poco a poco y seguro que tu mundo, aunque seas mujer, será mucho mejor que el que nos tocó vivir a los de mi generación.
Cuando tú cumplas los 18 yo ya habré pasado de los 90; si es que llego, porque cuando yo nací la esperanza de vida estaba sobre los 50, y ya he sobrepasado largamente mis expectativas. Tú, en cambio, dicen las previsiones que puedes vivir más de 90 años y con un poco de suerte podrías llegar a ser centenaria; aunque, sinceramente, no sé muy bien si eso es una suerte o una maldición.
Como te iba diciendo, la vida ha cambiado mucho desde que yo nací. Entonces no se habían inventado aún muchas de las cosas que ahora son imprescindibles: el microondas, el transistor, la televisión en color, la vacuna contra la poliomielitis; ni siquiera la humilde fregona, que inventó un español, que se llamaba Manuel Jalón, allá por el año 1970. Y mucho menos el microprocesador, la calculadora electrónica de bolsillo, ni el disco compacto o CD, como es más conocido; aunque alguna de estas cosas a ti te puedan parecer antiguallas, porque ya habrán sido sustituidas por nuevos inventos. ¡Ah, y cuando yo nací todavía no existía internet!
De verdad, no existía. Ni los móviles, ni las tabletas, ni los ordenadores portátiles. Entonces, cuando pequeños, nosotros nos entreteníamos de otra forma. Jugábamos a la pídola, al “rescatao”, a las canicas, a la comba y al fútbol; pero no en la Play, sino en las eras con una pelota de goma y con zapatillas de lona, no con esas botas ergonómicas tan carísimas y tan bonitas que verás en la tele. No te voy a contar como eran esos juegos porque tú lo puedes ver en tu móvil, porque lo primero que te van a enseñar es a buscar en internet todo lo que quieras saber.
En el colegio, nosotros teníamos libros para estudiar. Si, libros, eso que todavía verás en las estanterías de algunos salones y que decoran tanto. Tú, Olivia, con tu ordenador personal, tendrás a tu disposición todos los conocimientos a los que quieras acceder, y con el mínimo esfuerzo, porque esos aparatos son ya tan inteligentes que con solo decirles lo que quieres, aparece en la pantalla como por arte de magia.
En mis tiempos se podía estudiar humanidades y ciencias; yo incluso llegué a estudiar latín, que como podrás ver en internet, era la lengua que hablaban los romanos antes, incluso, del siglo primero de nuestra Era. Tú estudiarás cómo usar los medios informáticos, ingeniería robótica y otras disciplinas que ahora ni se nos ocurre pensar, y seguro que estudiarás idiomas mucho más actuales, como el inglés, el francés, el ruso y, por supuesto el chino, que por lo que ya se ve es un idioma con mucho futuro.
Yo nací en Chinchón, ese pueblo tan bonito al que te llevarán tus papás algunos fines de semana para que te veamos los abuelos. Como podrás comprobar aquí se vive muy bien, aunque entonces era bastante más tranquilo y los burros no se empleaban para dar paseos a los niños por la plaza, sino que era uno de los medios transporte para ir a trabajar al campo.
Olivia, no sé si me dará tiempo a contarte todas estas cosas en persona; aunque no creo, porque uno ya no está con la cabeza en su sitio y yo sé que los jóvenes no aguantan las batallitas de los abuelos. Por eso he querido escribirte esta carta, y además te dejo algunas cosillas que fui escribiendo desde que me jubilé, para que puedas conocer algo mejor a tu abuelo, del que seguro que te hablará tu madre con mucho cariño.
Por cierto, los libros que escribí están todos digitalizados y te los he dejado en el disco duro de mi ordenador, para que te sea más fácil encontrarlos.
Yo ahora tendría que darte muchos consejos, porque los viejos somos muy dados a dar consejos aunque no se nos pidan, pero no creo que sea necesario, porque para eso están tus padres. Solo decirte que las dos cosas más importante en la vida son: que seas una persona buena y que seas feliz, y eso es lo que yo deseo para ti, Olivia.
Un beso muy grande, con todo el cariño de
El abuelo Manolo.
(Carta finalista en el concurso literario “Enrique Segovia Rocaberti” 2018.Y fue escrita a mediados de abril de este año; ella nacería a primeros de mayo).