Lo de viajar en Google no solo sirve para conocer nuevos sitios, sino también para rememorar antiguos viajes, ya casi olvidados.
El otro día, revisando un antiguo álbum de fotografías, me encontré con cuatro fotos de Calatañazor que hice en un viaje por tierras de Soria. Solo cuatro. Entonces eran otros tiempos y las fotos analógicas eran muy caras. Si os acordáis había que poner un carrete en la cámara y luego había que llevarle a revelar. No tenías más remedio que auto controlarte a la hora de seleccionar las fotografías si no querías perjudicar la economía familiar de ese mes. No es como ahora que con las cámaras digitales y los móviles puedes hacer todas las fotos que quieras y sin coste alguno.
Pues eso, que viendo esas fotos me han dado ganas de recordar aquel pequeño pueblo soriano en el que la tradición sostiene que «en Calatañazor perdió Almanzor el tambor«, que es tanto como decir que perdió su talismán de imbatible y que resultó derrotado.
Esta pequeña villa, de apenas 50 habitantes, que parece haber sido olvidada por la evolución histórica, se alza en la cima de una roca que domina la vega del río Milanos. Villa de intensa historia fronteriza, en un entorno privilegiado de bellos espacios naturales, que tiene su máximo exponente en su sabinar, uno de los bosques de sabinas mejor conservados del planeta.
Sus empinadas calles de trazado medieval y sus humildes casas fabricadas con entramado de madera de sabina, encestado de ramas con barro, adobe o en el mejor caso de ladrillo, configuran el aspecto medieval formando un conjunto armónico de gran belleza.
En los alrededores se localizan los restos de Voluce, asentamiento celtibérico cargado de historia y de leyenda.
Del antiguo castillo se conserva un lienzo y la cimentación de las paredes del patio de armas. Desde él se puede contemplar la extensa llanura hoy llamada «Valle de la Sangre».
Además de su casco urbano destaca su iglesia románica Ntra. Señora del Castillo. A la salida del pueblo está la ermita de la Soledad, también románica con puerta sin tímpano.
Nosotros estuvimos allí con unos amigos allá por el año 1977, y por lo que he visto, el pueblo no ha cambiado demasiado, aunque ahora hay una mayor oferta turística.
La iglesia parroquial, se trata de un edificio de planta de salón con una sola nave y una torre adosada en su parte norte. Es de origen románico, si bien de la primitiva fábrica no se conserva sino el paramento occidental en el que perduran un oculo y la portada. La puerta dispone de arco de medio punto de doble arquivoltas sobre sendas columnas con capitel.
A la posterior obra gótica tardía (seguramente ya del el siglo xvi) pertenece la capilla mayor, siendo la nave y el coro del siglo XVIII.
En su interior se halla una pila bautismal románica del siglo XI el Cristo de Calatañazor o del Amparo, talla del siglo XV en un retablo barroco del siglo XVII y un pequeño museo que guarda variadas piezas de interés histórico y artístico. Todo esto nos lo explicó un cura muy mayor y muy amable que nos invitó a dar una pequeña limosna para atender las necesidades parroquiales.
Extramuros, está la ermita de la Soledad, restaurada en gran medida, pero que muestra intacto el ábside y la puerta que se abre en el lado norte. En el ábside existen dos puertas tapiadas que se abrieron en el siglo XVII para el tránsito de los desfiles procesionales.
Hace 25 años nos llamo la atención un pequeño bar regentado por un joven maestro de Soria, que los fines de semana se trasladaba a Calatañazor para atender este primer establecimiento turístico, donde nos ofreció un buen queso de cabra y un salchichón de la tierra, regados con un Ribera del Duero sobre madre, que nos alegró la mañana.
Hoy con Google, he podido recordar aquel día entrañable por tierras sorianas en compañía de unos buenos amigos.
Nota: Cuatro de las fotografías que ilustran este artículo son las que hice hace 25 años; las otras, están tomadas de internet.