Os voy a contar un hecho
incomprensible, que me ha pasado esta mañana cuando he ido al baño para el
aseo. Encendí la luz, porque todavía era temprano y mi imagen se reflejó en el
espejo. No veáis el susto que me he dado. Yo no era yo. Me parecía bastante,
pero era otro. Tenía el poco pelo que yo tengo, las cejas grandes, los ojos
algo tristones con unas profundas ojeras, las orejas algo desprendidas de la
cabeza, la boca con el labio inferior algo hundido y mis mismos dientes
desordenados, el mentón algo prominente, la perilla demasiado canosa, en fin,
que me parecía mucho a mí… pero ese, el del espejo, no era yo; seguro que no
era yo, y os lo digo con conocimiento de causa.
El caso es que desde pequeño me
ocurrían cosas algo raras, aunque hasta ahora no lo había dado demasiada
importancia. Los profesores me confundían conmigo mismo. A veces, cuando
llegaba a clase, una profesora me decía:
- “Te pareces muchísimo a otro
niño, que también está en esta clase y se llama Emigdio”.
-
Pero señorita, replicaba, si Emigdio soy yo”.
- “Perdona hijo, es que hoy me
parecías otro”.
Luego me ocurría también cuando
andaba de viaje y me encontraba con alguno de mi pueblo.
- “No se lo va a creer, pero es
usted igualito, igualito, que un paisano mío que se llama Emigdio”
- “Pero, coño, Manolo, si soy yo,
Emigdio”.
- “Porque me has conocido tú, que si no, no te creería, porque te veo
algo cambiado”
Pero ahora que recapacito, empiezo a preocuparme, y tengo que reconocer que a veces yo también me encontraba
raro, y no cuando me miraba al espejo, sino en mi forma de pensar y sobre todo
en mi forma de actuar.
Un día llegó a mi casa la policía
para llevarme detenido a la comisaría. Se me acusaba de haber dado un puñetazo
al concejal de medio ambiente, y según alegaban, porque yo le acusaba de no solucionar la huelga de recogida de
basuras. Yo protesté y alegué que yo no era incapaz de hacer cosas así, y que
además yo le había votado en las últimas elecciones. Pero me dijeron que había
sido reconocido por varios testigos, y todos coincidían con que era yo el que
había propinado el puñetazo al concejal. Como no tenía antecedentes el juez
sólo me impuso una multa de cien euros, porque el concejal retiró la denuncia
cuando supo que le había votado, y todos olvidamos el asunto, hasta hoy, que
tengo que reconocer que posiblemente sí fui yo el agresor. Mejor dicho, mi otro
yo, porque entonces no me reconocí.
Hoy, después de verme en el
espejo, ya estoy seguro. Y la verdad es que estoy muy preocupado. Y mira que
debía haberme dado cuenta mucho antes. La de veces que mis hijos me decían lo
bien que lo habíamos pasado en el parque, cuando montaba con ellos en el
tobogán, y yo no lo recordaba porque a mí nunca me había gustado ir al parque.
¿Y lo de mi mujer? Eso es más grave y no sé si
contarlo, porque me da un poco de vergüenza.
- “¡Sí, sí, cuéntalo!”
Bueno, vale, os lo voy a contar.
Pues veréis, yo en lo de las artes amatorias he sido siempre bastante
conservador. No os digo más que yo nunca me desnudo con las luces encendidas… Y
luego todo muy tradicional, y tengo que reconocerlo, bastante rápido, porque
yo, es otro defecto mío, soy muy rápido en todo. Pero el caso es que algunos
días, mi mujer me solía decir:
- “¡Qué noche, Emigdio, que noche!”.”¡Lo tenemos
que repetir!” "¡Mucho mejor, con la luz encendida!"
Y yo no sabía qué era lo que teníamos que repetir, porque no me
acordaba que la noche anterior hubiéramos hecho algo diferente a todas las demás.
Y esto me ha creado un gran
problema y no puedo quitármelo de la cabeza. ¿Son cosas mías, o mi mujer me
está engañando conmigo?