Como anunciaba hace unos días, el tercer premio en el XII Concurso de Investigación y Memorias sobre Chinchón y su Comarca, correspondiente al año 2016, ha sido otorgado por el Jurado calificador al trabajo "Chinchón en la Posguerra" del que soy autor.
Espero, que como en ocasiones anteriores, este trabajo sea editado por el Ayuntamiento para que pueda ser conocido por todos. En tanto, he considerado que voy a dejar en mi blog del Eremita, el contenido del trabajo, como adelanto para todos mis lectores.
Esta es la primera entrega:
“La
generación que llegamos a este mundo entre la Guerra Civil y el final de la
autarquía en 1960, sobrevivimos de milagro al parto de nuestras madres, que
apenas se cuidaron durante el embarazo. Crecimos bajo la amenaza del infierno y
de la represión moral, pero entonces las puertas de las casas, incluso de
noche, nunca estaban cerradas con llave.
Dormimos en colchones de borra o de lana
apelmazada y sobre ellos soñábamos con El Hombre Enmascarado; bebíamos agua
pura de la fuente y jugábamos todo el día en la calle con patinetes, aros y
flechas que habíamos fabricado con nuestras manos; hacíamos la guerra a
pedradas contra la pandilla contraria y si volvías herido a casa nadie te
regañaba, pero la idea de que tu padre se enfrentara en tu defensa al maestro,
al párroco, al alcalde o al policía era impensable; nuestras madres nos bañaban
en un barreño con agua caliente una vez a la semana en invierno, pero en verano
íbamos al río o a la playa en una bicicleta en cuyos radios habíamos colocado
una carta de la baraja, a menudo el as de oros, para que sonara a motor.
......
Esta generación nacida durante la autarquía
franquista consiguió romper los hierros de la dictadura y entre la libertad
conquistada y la corrupción sobrevenida, ha dado a este país, pese a todo,
grandes científicos, líderes empresariales y artistas internacionales. Ahora
desde la altura del tiempo contempla el paso de la juventud airada sin adivinar
hasta dónde llevará a este país la cólera social y puesto que el pasado no
parece servir de nada, se limita a contar a sus nietos estas lejanas y perdidas
batallas”.
"Batallas". El País, 13 de marzo de 2016.
Manuel Vicent.
INDICE:
PREÁMBULO.
CAPÍTULO I. ¡HA TERMINADO LA GUERRA!
CAPÍTULO II. HAY QUE VOLVER AL COLEGIO.
CAPÍTULO III. OIR MISA ENTERA TODOS LOS DOMINGOS Y
FIESTAS DE GUARDAR
CAPÍTULO IV. FIESTAS.
CAPITULO V. CELEBRACIONES
CAPITULO VI. LOS AMIGOS.
CAPITULO VII. GASTRONOMIA Y ACTIVIDADES ECONÓMICAS.
CAPITULO VIII. LOS TRABAJOS DE LA CASA.
CAPITULO IX. LOS ANIMALES DOMÉSTICOS.
CAPÍTULO X. ALGUNOS ACONTECIMIENTOS QUE RECORDAR.
CAPÍTULO XI. OCIO Y DEPORTE.
CAPÍTULO XII. EL LENGUAJE.
CAPÍTULO XIII. PROTAGONISTAS.
CAPÍTULO XIV. CAMINO A LA TRANSICIÓN.
CAPÍTULO XV. LA PLAZA DE CHINCHÓN.
EPÍLOGO.
AGRADECIMIENTO.
PREÁMBULO.
Eran los años cuarenta.
Entonces una nueva generación que no había conocido la guerra civil empezaba a
dar sus primeros pasos. Chinchón, un pueblo perdido en la meseta castellana,
iba a ser el escenario de nuestros primeros años. Y esta es
su memoria.
- Y tú, niño, ¿de quién eres?
- Yo soy Manolo, el de la tía
Lucia y el tío Francisco, el de la Posada; para servir a Dios y a usted.
Bueno, también puedo ser Juan,
Miguel, o Jesús… incluso puedo ser Julia, Paqui, Maribel, Charo o Antoñita,
porque lo que les voy a contar no es mi historia; sino las memorias de un
tiempo y de un lugar, en los recuerdos ya desdibujados y algo confusos de un
niño de posguerra, que bien pudo ser otro, porque entonces la vida de todos
nosotros era pareja y apenas si se diferenciaba la de unos y otros, porque
todos vivimos ese tiempo, con las carencias que nos venían impuestas y con la
ilusión de la niñez.
Nuestros padres se podían
llamar Balbino, Adrián, Gregorio, Constante, Nicasio, Francisco, Claudio,
Venancio, incluso Argimiro o Borbundóforo; y nuestras madres, Margara, Orosia,
Genuina, Paula, Lucía, Tomasa, o simplemente, María, pero a las que casi siempre
se les ponía una referencia, que podía coincidir normalmente con su calle de
residencia, como la Tía María la de la Cañada.
Y todos los mayores tenían un
tío delante; no es que todos fuésemos familia, no; es que lo de “señor” se
reservaba para los amos o para los artistas, que así se llamaba a todos los que
no eran del campo, como los tenderos, los oficinistas y los funcionarios. A los
médicos, a los boticarios, a los maestros, a los curas y al señor alcalde,
siempre se les reconocía el don.
Mis apellidos pueden ser
Martínez, García, Roldán, Nieto, Rodríguez, Pintado, Carrasco, Sacristán,
Moreno, Heras o Rojo; pero es lo mismo, porque el apellido, entonces, era menos
importante y casi todos nos conocíamos por los motes; puedo ser “Mantalhombro”,
“Miracielos”, “Pelostiesos”, “Campanero”, “Abubillo”, ”Mochuelo”, “Aguililla”,
“Burro” o simplemente “Pájaro”; también podría ser “Lomogato”, “Regalao”,
“Pedrulón”, “Campanillos”, “Bigotes”, “Lenguachoto”, “Arbolito” y tantos otros
que ahora ya he olvidado, porque afortunadamente, ya han caído en desuso.
Entonces, todos, éramos tan
pobres que, por no tener, no teníamos ni traumas. Todos pudimos ir al colegio,
pero todos teníamos que ayudar en las tareas de casa y del campo. Todos, un
poco, nos tuvimos que hacer mayores antes de tiempo, y ahora, pasados ya muchos
años, sentimos la añoranza de aquellos días, que no es que fueran mejores, es
que fueron los alegres días de nuestra niñez y de nuestra primera juventud.
Ahora, son
recuerdos de un viejo que, cuando niño, vivió aquellos años de la posguerra.
Son recuerdos que han sido tamizados por la distancia y relegados por los años,
y que ahora me voy a esforzar por traerlos hasta la actualidad de estos años
del siglo XXI. Recuerdos que han sido dulcificados por la añoranza y que
posiblemente no concuerden totalmente con los de otros niños de entonces.
Cada vez somos
menos los que vivimos aquellos tiempos y los más jóvenes sólo los han conocido
por las historias que les contaron sus mayores. Y efectivamente, estas memorias
puede que no sean, como dice Manuel Vicent, nada más que eso, las viejas y
entrañables batallitas del abuelo.
Esta
generalmente aceptado que la posguerra en España va, en principio, del 1 abril
de 1939, fecha de la terminación de la guerra civil, hasta el 22 de marzo de
1952, cuando se decreta oficialmente el fin del racionamiento del pan, el
aceite y la carne; aunque posiblemente, en estas nuestras memorias de la
posguerra, no tengamos más remedio que alargarnos un poco más en el tiempo,
quizás hasta los años 70, porque Chinchón siempre fue una excepción en el
devenir de los acontecimientos nacionales.
Continuará....