Cuento número 7.- Y Sindulfo se quedó solo.
(No estoy muy seguro, si esto está basado en hechos reales, o me lo inventé la otra tarde)
Aquella noche, Sindulfo tuvo problemas para dormirse. Angela la enfermera a la que él llamaba cariñosamente “su vampirina” porque era quien de madrugada llegaba para sacarle sangre para hacerle las analíticas, le había anunciado que a la mañana siguiente le tocaba de nuevo; y esto debió soliviantarles. El caso es que dio las buenas noches a su compañero Filadelfo y, por fin se quedó totalmente dormido.
No supo muy bien el tiempo que había pasado; debían ser, por lo menos, las dos de la mañana. Algo le sobresalto y se despertó bruscamente. La habitación estaba en semipenumbra, pero se percató de que su compañero Filadelfo no estaba en la cama. La luz del baño estaba apagado por lo que dedujo que allí no podía estar.
Se levantó con mucho esfuerzo y se asomó a la puerta del pasillo. Solo estaban encendídas esas lucecitas que están junto al zócalo del pasillo.
No vio a nadie. Las habitaciones tenían las puerta abiertas, pero dentro no había nadie; todas las camas estaban vacías.
Sindulfo empezó a inquietarse. Una angustia, hasta ahora desconocida, le oprimía la garganta; hacía días que le habían retirado el oxígeno y se podía mover con una cierta libertad, aunque en la mano izquierda todavía llevaba la guía en la vena.
Se atrevió a seguir por el pasillo; también el cuarto de las enfermeras estaba vacío.
No conocía la planta, desde que llegó no había salido de la habitación. Su compañero le había comentado que al final del pasillo había una fuente, y efectivamente allí estaba, pero sin ningún asomo de presencia humana, y entonces se asustó mucho más; no pudo seguir y volvió sobre sus pasos camino de su habitación que era lo más familiar que conocía.
Sindulfo, muerto de miedo, se acurrucó de nuevo en la cama y después de más de tres horas temblando volvió a quedarse dormido.
A la mañana siguiente, fue “la vampirina” quien le despertó:
Perdona, Sindulfo, anoche hubo un simulacro de evacuación del hospital, porque había terminado el CORONAViRUS y, pobrecito, nos olvidamos de ti.
Desde esa noche tiene que dormir con las luces encendidas y su compañero Filadelfo tuvo que prometerle que de ninguna manera le dejaría solo en lo sucesivo.