Entre los alimentos de primera necesidad, el pan tenía entonces una importancia y una presencia importante en las mesas de todas las familias.
Había varias tahonas; que ahora recuerde, la del Señor Vidal, en los soportales de la plaza, que se conoció siempre como la de “Las Lolas”, la de Monegre, precisamente en la calle de la Tahona, la panadería de los “Gallegos” que antes fue de Jesús Moya, la del Ontalva y la del Sindicato en la Calle de Zurita. También estaba la tahona de María, la Vda. de Severiano Pintado en la calle de Solares y la de Martiniano Codes en la calle Carpinteros.
Había un pan negro de centeno que era más barato y que comían los pobres, y luego estaba el pan de trigo del que se hacían las “libretas” de pan candeal, con su abundante miga y la base, aún hoy, para hacer las pozas. También se hacían las “vienas” que eran un adelanto de las barras actuales. Lo del pan artístico es un invento mucho más moderno y dirigido solo al turismo.
La leche es otro producto de primera necesidad. En Chinchón no había una gran tradición de ganado vacuno. Sólo unos pocos tenían sus vacas para producir leche. Entre ellos, las monjas de las clarisas, que vendían la leche a granel, como todos, y hasta allí bajábamos los niños con nuestras lecheras de zinc a por el cuartillo o cuartillo y medio que era el consumo diario de la casa.
Estaba también María la lechera, la mujer del tío Nicanor, que tenían el despacho en la calle de la Tahona.
También podemos recordar a Juan "el Jaro", de la familia de los gallegos, también conocidos como los lecheros, que así se llamaba a todos estos ganaderos; que además de venderla en su casa, repartían la leche por las calles. La llevaban en un borrico con unas cántaras y después cambiaron el transporte a un carrillo con ruedas de goma, y llegaban hasta las casas para atender a sus clientes habituales.
Lógicamente las garantías sanitarias eran mínimas, pero no recuerdo que, por entonces, se produjese ninguna intoxicación grave.