Si hablamos de guisos, estamos hablando de patatas. La mayoría son en realidad, guisos de patatas con algo. Y para empezar os quiero presentar este guiso con patatas, bonito en escabeche y huevos, que se hacía en casa cuando era pequeño y que mucho después lo volví a descubrir y recordé esos sabores de la infancia.
Luego tenemos este guiso de patatas con salmón, unas patatas con almejas y alcachofas, unas patatas con bacalao, unas albóndigas guisadas con patatas, y un bonito con pisto.
Y llegamos al potaje de cuaresma, con su bacalao, sus garbanzos y sus judías, sus espinacas, su huevo duro, en fin, todos esos ingredientes que lo hacen un plato exquisito, digno de aparecer en la mesa en más ocasiones que en el tiempo de cuaresma.
Aquí, quiero tener también un recuerdo a unas buenas alubias, judías o fabes, con su matanza incluida, que últimamente no lo debo comer por prescripción facultativa.
Y para terminar, el cocido. Esa comida que estaba a diario en la mayoría de las casas cuando era niño, y que ahora es un plato de lujo. En la primera fotografía he tomado el cocido de taba que ofrece el Parador de Chinchón, muy sofisticado, que tiene hasta cangrejos de río, que dicen que formaban parte de una antigua receta local, aunque yo no recordaba haberlo visto antes.
Ahora mi mujer prepara un cocido que hace las delicias de toda la familia y en especial de mis nietas pequeñas que les gusta mucho la sopa, en la que la abuela pone estrellitas en vez de fideos.
Sin embargo, yo recuerdo el cocido que hacía mi abuela Maria Nieto, en la posada de la plaza. Ponía en el fogón un puchero grande que tenía dos asas, donde colocaba un papelillo con azafrán para que se tostase, y que después daba ese color amarillento y ese olor tan peculiar, que yo creo que nunca olvidare.
No obstante debo confesar que a mí, como a Mafalda, no me gusta la sopa.
¡ Que os siente bien!