En Chinchón, cuando se dice “la plaza”, no hace falta añadir “mayor” para saber que nos estamos refiriendo a “nuestra plaza”; porque todas las demás plazas del pueblo, son plazuelas; en diminutivo. Está la plazuela del Pozo, la de Santillán, la de Galaz, la de San Roque, la de San Antón (aunque a estas dos ultimas, a veces, se les da el tratamiento de plaza); y está la Plazuela de Palacio, a la que se le ha quitado “el palacio” y está si, es la verdadera plazuela de Chinchón.
Para quien no conozca Chinchón, en la Plazuela, está la Iglesia de la Asunción, la torre de la antigua iglesia de Santa Maria de Gracia que destruyeran los franceses, y el Teatro Lope de Vega, donde estuviera el Palacio de los Condes, de donde recibe en nombre.
Y desde la citarilla de la plazuela se puede ver la mejor vista panorámica de Chinchón, con la plaza, el parador, la casa de la cadena, la ermita de San Roque, el convento de las madres clarisas, y arriba, el castillo de los Condes, ahora semederruido, y que se decía en sus tiempos que estaba a una distancia de dos tiros de ballesta.
Ahora la plazuela es un sitio visitado por los turistas cuando acuden a los monumentos que allí se encuentran, pero a mediados del siglo pasado era un centro de reunión para los chinchonenses, que competía con la mismísima plaza en los fines de semana.
Además de la atracción de las misas, estaba el cine, que los domingos ofrecía tres sesiones, con lo que la plazuela estaba muy concurrida los domingos por la tarde.
En verano se montaban unos quioscos de bebidas y hasta una casera de tiro al blanco. Y estaba el kiosco a la puerta del teatro que regentaba la Fernanda, con el atractivo nombre de “El Ventisquero”, donde te podías tomar un refresco antes de entrar al cine, o en el descanso de la película, porque el ambigu del teatro, que estaba en el “principal”, era muy pequeño y no podían atender a todos los clientes en el poco tiempo que duraba el descanso.
La citarilla era también el lugar de citas de los enamorados al anochecer y el "balcón de las lagartijas" desde donde ver las corridas de toros en la plaza, sin pasar por la taquilla, y es seguro que don José Manuel de Lapuerta, se inspiró allí cuando escribió:
Al fondo, la alfombra verde
de los olivos dormidos.
Al lado, la blanca nota
del polvo sobre el camino.
El polvo seco no duerme
como duermen los olivos;
cuando le surcan los carros
rompen su sueño tranquilo.
Y tú, Chinchón de Castilla,
no dormirás en mi olvido,
tu recuerdo es como el polvo
que levanto en mi camino.
Y vuelvo a vivir de nuevo
todo lo que en ti he vivido
andando caminos blancos
a los pies de tu castillo.
Hay una fuerza que une
mi destino a tu destino
¿Porqué me estarás tan lejos
cuando estás siempre conmigo?