Hemos
llegado a la última visita de esta jornada: El Convento de las Madres Clarisas.
Cuando
llegan a Chinchón don Andrés de Cabrera y Doña Beatriz de Bobadilla, como ya hemos contado, se
construyen un Palacio para vivir, levantan un castillo fortaleza para defender
su Señorío, pero también, como buenos cristianos, fundan un Monasterio que
encomiendan a la orden de San Agustín , y además, muestran su deseo de fundar también un
convento de monjas.
Patio interior, rodeado por el claustro.
Escudo de la fachada sobre la entrada a la iglesia.
Hay
disparidad de datos en la fecha de terminación del convento. Varios cronistas
lo sitúan en el año 1663, aunque según otro se produjo diez años antes. Según
esta fuente, que puede ser más fidedigna, el 28 de octubre de 1653, el señor
conde elige como primera abadesa a Juana de la Santísima Trinidad, en el siglo,
Dª. Juana Fernández de Pacheco y de Portugal, natural de Escalona, hija de los
Marqueses de Villena, nieta de los Infantes de Portugal y prima de los condes
fundadores, que había profesado en el Convento de las Descalzas Reales de
Madrid, en el año 1617.
Retablo del altar mayor, obra de Churriguera, destruido en el año 1936.
La
fundación, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción, fue dotada
para treinta y tres religiosas, reservándose el conde el derecho de
presentación de doce de ellas.
En
el año 1752 había en el Monasterio veintisiete religiosas de velo negro.
Arquitectónicamente,
el convento es de traza barroca, con muros de ladrillos y de mampostería
cajeada. La puerta de entrada a la iglesia está en uno de los costados con
portada adintelada de piedra, con una hornacina de ladrillos y escudo de los
Condes. Este escudo se vuelve a repetir sobre la entrada a la clausura desde el
patio.
El
primero de estos escudos es de mármol, y al estar totalmente a la intemperie,
está en un deficiente estado de conservación. La corona que hay sobre el escudo
está rota y los relieves bastante desgastados. El segundo, al estar al
resguardo bajo un tejadillo, y ser de piedra, está en mucho mejor estado de
conservación.
Durante
siglos, el convento fue dotado de valiosas obras de arte. Tuvo un precioso retablo churrigueresco, del
que aún se conserva una fotografía, en cuyo centro había un cuadro de la
Inmaculada, obra de Francisco de Rizi, (También atribuido a Lucas Jordán) que
fue incendiado y destruido en la guerra civil del año 1936, junto con otras
obras de gran valor, como lienzos, una rica colección de ternos del siglo XVI,
valiosos vasos sagrados, relicarios, etc. etc. De este fuego se libró
milagrosamente una tabla que era la puerta del Tabernáculo, pintada por Alonso
del Arco, que representa al “Buen Pastor”. Algunas de las obras de arte que se salvaron
en el incendio las podemos admirar en la Exposición “Los Tesoros de la
Clausura” que se exhibe actualmente en el convento.
Escudo condal de la entrada de la clausura en el patio.
Sin
embargo, el convento se había librado de la destrucción tanto en la Guerra de
Sucesión como en la Guerra de la Independencia.
En
el Coro hay un mausoleo donde fue enterrado el Conde Fundador sobre el que hay
otro escudo de la familia. Existe una
lápida semidestruida que deja constancia del enterramiento y hubo dos preciosas
estatuas de mármol con la efigie de los fundadores, cuyos restos también se pueden
ver en la exposición.
A
este mausoleo fueron trasladados por orden de la Condesa de Chinchón doña María
Teresa de Borbón y Vallábriga, los restos mortales de su hermano, Antonio María, que había muerto al poco de nacer, y
que inicialmente había sido enterrado en la cripta de la Iglesia de la Piedad.
Mausoleo de los condes en el coro de la Iglesia con escudo condal de mármol encima.