Había un banquero rico, llamado Epulón, que se vestía de Armani y de Verino y solo comía en un Restaurante con tres estrellas Michelín.
Había también un parado de larga duración, llamado Lázaro, que estaba sentado a la puerta de aquel restaurante, vestido con ropas pasadas de moda, y solo podían comer, él y su familia, con los centimos que le tiraban los clientes de aquel exclusivo establecimiento; cosa harto infrecuente porque ya se sabe que los potentados nunca llevan calderilla, y se tenía que contentar con las pocas monedas que le daban los transeuntes que pasaban por la puerta, que más o menos estaban en su misma condición.
Aconteció que el pobre parado Lázaro fue denunciado por los dueños del Restaurante, y fue llevado por las fuerzas del orden a la comisaría por alteración del orden público y afear la imagen de la ciudad. Se le impuso una multa de dos mil euros, y como no pudo pagar fue encerrado por un año y medio en la cárcel de Soto del Real.
También el rico banquero Epulón fue denunciado por la UDEF y fue conducido a la misma cárcel, acusado de malversación de fondos, apropiación indebida, alteración del valor de las cosas, falsedad en documento público evasión fiscal, blanqueo de dinero y un sin fin de infracciones monetarias.
El Juez le impuso una fianza de diez millones de euros, que en dos días reunieron sus familiares y salió de inmediato de la cárcel para poder seguir yendo a comer a su restaurante con tres estrellas Michelín y contraer, en terceras nupcias, matrimonio con una joven guapísima treinta años menor que él.
Aunque en una ocasión, durante las pocas horas que coincidieron detenidos, el banquero Epulón se cruzó con el parado Lázaro, no reconoció al pobre que le pedía limosna a la hora de comer, cosa normal, por otro lado, ya que nunca se había fijado en él, porque tenía cosas más importantes en las que pensar.
El pobre Lázaro fue desahuciado; perdió su casa y su familia; desesperado, entró a robar en el Restaurante donde pedía a diario, fue detenido de nuevo y terminó sus días en la cárcel.
El rico banquero Epulón, fue juzgado después de diez años, y salió libre por haber prescrito sus delitos.
Moraleja. Habrá que esperar a que, de verdad, en la otra vida se haga justicia... aunque si tan largo me lo fiáis...
Nota: Me he permitido hacer algunas modificaciones en el capítulo 16, vesículos 19 al 31 del Evangelio de San Lucas, para adaptarlo a la situación actual.